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-FUEGO DE SAN TELMO-El fuego de San Telmo o Santelmo es un meteoro ígneo consistente en una descarga de efecto corona electroluminiscente provocada por la ionización del aire dentro del fuerte campo eléctrico que originan las tormentas eléctricas. Aunque se le llama «fuego», es en realidad un plasma de baja densidad y relativamente baja temperatura provocado por una enorme diferencia de potencial eléctrico atmosférica que sobrepasa el valor de ruptura dieléctrica del aire, en torno a 3 MV/m.
Este fenómeno toma su nombre de Erasmo de Formia (San Telmo), patrón de los marineros, quienes habían observado el fenómeno desde la antigüedad y creían que su aparición era de mal agüero.
Físicamente, es un resplandor brillante blanco-azulado, que en algunas circunstancias tiene aspecto de fuego, a menudo en dobles o triples chorros surgiendo de estructuras altas y puntiagudas como mástiles, pináculos y chimeneas.
El fuego de San Telmo se observa con frecuencia en los mástiles de los barcos durante las tormentas eléctricas en el mar, donde en tales circunstancias también era alterada la brújula, para mayor desasosiego de la tripulación. Benjamin Franklin observó correctamente en 1749 que es de naturaleza eléctrica. También se da en los aviones y dirigibles. En estos últimos era muy peligroso ya que muchos de ellos se cargaban con hidrógeno, gas muy inflamable, y podían incendiarse, tal como ocurrió en 1937 con el Dirigible Hindenburg.
Se cuenta que el fuego de San Telmo también puede aparecer en las puntas de los cuernos del ganado durante las tormentas eléctricas y en los objetos afilados en mitad de un tornado, pero no es el mismo fenómeno que el rayo globular, aunque pueden estar relacionados.
En la Grecia Antigua, la aparición de un único fuego de San Telmo se llamaba Helena y cuando eran dos se les llamaban Cástor y Pólux.
-Citas-
Se hallan referencias al fuego de San Telmo en las obras de Julio César (De Bello Africo 47), Plinio el Viejo (Naturalis Historia ii.101) y Herman Melville, así como en el diario de Antonio Pigafetta sobre su viaje con Hernando de Magallanes.
En efecto, los brazos de las vergas estaban rodeados de un fuego lívido, y las triples agujas de los pararrayos lucían con tres lenguas de fuego. Los mástiles enteros parecían arder.
–¡Fuego de San Telmo, ten piedad de nosotros! –gritó Stubb.
Otra referencia:
Charles Darwin observó el efecto mientras estaba embarcado en el Beagle una noche que estaba anclado en el río de la Plata y describió el episodio en una carta a J. S. Henslow:
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