martes, 22 de septiembre de 2009

-EL BATALLON DE EXTERMINIO 101-

El Batallón de Reserva de Policía 101 estaba formado por 500 hombres ya demasiado viejos para ir al frente. Hombres que antes de la guerra, estaban casados y tenían hijos, vivían en Hamburgo y trabajaban en los sectores mas cotidianos.

En 1942 llegaron a Polonia y fueron transladados al pueblo de Józefów. Allí el comandante se dirigió a ellos y les dijo: Van a fusilar a los judíos.

Para motivarles, les suplicó que al disparar recordaran a las mujeres y los niños alemanes muertos por las bombas aliadas. A continuación les preguntó si se sentían suficientemente fuertes para cumplir el objetivo. En ese momento un policía abandonó la fila y tras él, lo hicieron otros 11. Los demás, aceptaron participar en las tareas de exterminio.
El médico del batallón con una vara dibujó en el suelo una silueta humana. Mostró al batallón la base del cráneo indicando que debían apuntar justo en ese punto.

Los judíos fueron transportados en camiones hasta la orilla del bosque. De manera individual, los policías se acercaron a los judíos, y cada policía escogía a uno de ellos y se encaminaba con él hacia los árboles del bosque. Caminaban juntos y los policías podían ver los rostros de las víctimas, escuchar una súplica, un llanto, un rezo…

En esta primera acción en Józefów mataron durante 17 largas horas con algunos descansos para fumar. Después de las ejecuciones sus uniformes ya no estaban limpios… quedaron salpicados por trozos de cerebro y sangre. Los verdugos no quisieron comer y por la noche las pesadillas les turbaron. El comandante al frente de las acciones de exterminio, curiosamente no participó en los fusilamientos. Permaneció en el estado mayor, y lloraba repitiendo: "Si así ocurre en todas partes, no habrá misericordia para los alemanes".

Mientras tanto, los policías del batallón disparaban y con el paso del tiempo lloraban cada vez menos, el apetito mejoraba, dormían con más tranquilidad, iban al cine, posaban para las fotos, y asistían a conciertos.


Los policías del Batallón 101 residían en Radzyñ e invitaban a sus familias. El teniente Brand llevó a su esposa Lucía. También el teniente Julius Wohlauf pasó la luna de miel en Radzyñ, con su esposa Vera. Las dos mujeres parecían disfrutar allí.

Concretamente, Vera Wohlauf contrajo matrimonio el 29 de junio de 1942 con el capitán Julius Wohlauf. El capitán en aquellos momentos realizaba ejecuciones de judíos al este de Polonia. Después de la primera acción principal de matanzas en la ciudad de Józefów, el matrimonio Wohlauf comenzó su particular luna de miel.

En las próximas semanas, Vera Wohlauf que estaba embarazada, presenció varias ejecuciones al lado de su marido. Después de las matanzas, los matrimonios se sentaban al aire libre, bebiendo, cantando y riendo y discutiendo las actividades del día. Y así fue como Vera Wohlauf pasó su luna de miel…junto a su marido. Un hombre, ambicioso y enérgico al que le gustaba viajar de pie en su automóvil, como un general en pleno desfile. Le llamaban “El pequeño Rommel”.



En las acciones posteriores del Batallón 101, se introdujeron dos cambios importantes. En primer lugar, la mayor parte de las próximas operaciones implicaron el desalojo y la deportación, pero no el fusilamiento en el acto. De modo que los policías se libraban del horror inmediato del proceso de ejecución.

En segundo lugar, como la deportación era un proceso horroroso que se caracterizaba tanto por la espantosa violencia coercitiva que se necesitaba para hacer que la gente subiera a los trenes de la muerte como por el asesinato sistemático de aquellos que no podían ser conducidos a ellos, por regla general esas acciones fueron asumidas conjuntamente por unidades del Batallón de Reserva Policial 101 y los Trawnikis, auxiliares provenientes de territorios soviéticos y entrenados por la SS, que eran reclutados en los campos de prisioneros de guerra y a quienes se les asignaba normalmente la peor parte del desalojo de los guetos y la deportación.




Según narra Christopher Browning, muchos de los policías interrogados no negaron que Trapp en su discurso inicial hiciera la oferta de participar o no de las operaciones, sino que afirmaron no haber oído esa parte de su charla o que no se acordaban. Bastante atípico a la hora de describir su estado mental esa mañana del 13 de julio fue un policía que admitió haber matado a 20 judíos antes de dejarlo:

Pensé que podía dominar la situación y que, de todas formas, aunque yo no estuviera allí, los judíos no iban a escapar a su destino. Para ser sincero, debo decir que en ese momento no reflexionamos sobre ello en absoluto. Sólo años después algunos de nosotros fuimos verdaderamente conscientes de lo que allí había ocurrido entonces. Sólo después se me ocurrió pensar que no había estado bien.

Quizá la deformación más asombrosa de todas fue la de un obrero metalúrgico de 35 años de Bremerhaven: Hice el esfuerzo y me fue posible disparar sólo a niños. Ocurría que las madres llevaban a los niños de la mano. Entonces, el que estaba a mi lado disparaba a la madre, y yo, al niño que era suyo, porque para mí pensé que, al fin y al cabo, el niño no iba a sobrevivir sin su madre. Se suponía que, por así decirlo, liberar a niños incapaces de vivir sin sus madres iba a tranquilizar mi conciencia.

Solo 12 policías dieron un paso al frente para librarse de la inminente matanza, y fueron muchos más los que intentaron evitar los fusilamientos mediante métodos menos evidentes o que pidieron que los relevaran de los pelotones de fusilamiento una vez hubieron empezado. El sargento Hergert, admitió haber dispensado de su tarea a 5 agentes de su pelotón compuesto por entre 40 y 50 hombres. En el grupo de Drucker-Steinmetz, que fue del que más tiradores se interrogaron, 6 policías lo dejaron después de cuatro rondas, y todo un pelotón de 5 a 8 guardias fueron relevados bastante después. De todos modos, aunque hubo policías que eludieron o evitaron participar en las tareas de exterminio, al menos el 80% de los que fueron incitados a disparar lo continuaron haciendo hasta alcanzar la dramática cifra 1.500 judíos.

Incluso veinte o veinticinco años después, aquellos que sí dejaron las ejecuciones cuando ya habían empezado, en su inmensa mayoría alegaron pura repugnancia física ante lo que estaban haciendo como el motivo principal de su abandono.

Un soldado dijo que rechazaba con contundencia las medidas de los nazis contra los judíos porque él era miembro activo del Partido Comunista, y por tanto rechazaba el nacionalsocialismo en su totalidad. Otro dijo que se oponía a la ejecución de los judíos porque había sido un socialdemócrata durante muchos años. Otros basaron su actitud en la oposición al antisemitismo del régimen en concreto. Yo ya tenía la misma actitud antes en Hamburgo, porque, debido a las medidas contra los judíos que ya se habían llevado a cabo allí, había perdido la mayor parte de los clientes de mi negocio, decía un jardinero. Otro policía simplemente se definió a sí mismo como un gran amigo de los judíos sin aclarar nada más.

Los dos soldados que explicaron con mayor detalle su negativa a tomar parte en las ejecuciones insistieron ambos en el hecho de que fueron más libres de actuar como lo hicieron porque no tenían ambiciones de mejorar su posición. Un agente aceptó los posibles inconvenientes de su proceder porque yo no era un policía profesional y tampoco quería convertirme en uno, sino que era un artesano cualificado independiente y tenía mi negocio en casa, así que no tenía importancia que mi carrera como policía no prosperara.

El teniente Buchmann había alegado una cuestión de ética como razón de su negativa: como oficial de reserva y hombre de negocios hamburgués, no podía disparar a mujeres y niños indefensos. Yo era algo mayor entonces y además era un oficial de reserva, así que no era especialmente importante para mí que me ascendieran ni mejorar de alguna otra forma, porque ya tenía un próspero negocio en casa. Los jefes de la compañía, por otra parte, eran soldados jóvenes y policías profesionales que querían llegar a ser alguien. Pero Buchmann también reconoció una actitud que los nazis sin duda hubieran condenado como projudía. Gracias a la experiencia con mi empresa, sobre todo porque se extendió al extranjero, había adquirido una mejor perspectiva general de las cosas. Además, ya había conocido a muchos judíos durante mis actividades económicas anteriores.

Fuente: “Aquellos hombres grises. El Batallón 101 y la solución final en Polonia” de Christopher Browning.

» -FILEALIEN-46-COLABORA:M.G.SIMONIN-

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