El mito de Pandora reúne de forma velada muchos otros mitos y leyendas en torno a sí. Muchas ideas y conceptos antiguos confluyen en esta leyenda de una forma amena y hermosa. Quizá sea por el juego que dan los caprichosos e inquietos dioses griegos. Es un mito complejo, donde nada está tan claro como pudiera parecer en un principio. Hasta aquello de “la esperanza es lo último que se pierde”, manida moraleja que se suele extraer de su lectura, también podría ponerse en duda. Pero, antes, mejor explicar el contenido de esta leyenda.
Esta leyenda comienza sin mujeres humanas (diosas sí, por supuesto). Por tanto existen los dioses y las diosas, los titanes y sus hijos (Prometeo es hijo del titán Jápeto) y los hombres, quienes son inmortales, no envejecen y gozan de los frutos que les da la tierra. En este punto nos encontramos en lo que podríamos denominar como “un jardín del Edén antes del pecado original”. Sin embargo, los hombres no están dotados de sabiduría, por tanto son incapaces de proveerse ni siquiera de comida por ellos mismos, estando a expensas de lo que la naturaleza (los dioses) tenga a bien concederles.
Prometeo, contraviniendo la decisión de Zeus de mantener a los hombres en esa ignorancia, le roba “el fuego” (que da luz en la oscuridad) y lo entrega a los hombres, con lo que estos “abren los ojos” y obtienen la sabiduría. Zeus, enterado de tal suceso, enfurece enormemente. Ahora los hombres tienen sabiduría y además son inmortales como los dioses. Eso no puede quedar así. Su osadía merece un castigo y la de Prometeo también. Así pues, Zeus planea una estratagema para matar dos pájaros de un tiro. Solicita a varios dioses que creen una mujer, Pandora, (como Eva, primera mujer humana) quienes la forman hermosa y atrayente. Sin embargo Zeus solicita a Hermes que inculque en ella la falsedad, la mentira y una insana curiosidad.
El siguiente paso es ofrecérsela a Epimeteo, hermano de Prometeo, quien acepta “el regalo” pese a las claras advertencias de su hermano al respecto. Así llega Pandora, la primera mujer, al mundo de los hombres. Pero no llega sola, viene acompañada de una jarra o ánfora (lo de la caja fue una “reinvención” en los tiempos del Renacimiento) en cuyo interior guarda todos los males del mundo. Envidia, odio, avaricia, pobreza… pero sobre todo unos males encaminados a acabar con esa condición semidivina de los hombres, es decir, el dolor, el cansancio, las enfermedades, el envejecimiento… y la muerte. Zeus no revela lo que guarda el interior de la jarra, pero advierte a Pandora que no la abra. Fiel a su naturaleza (curiosa y falsa) Pandora no puede evitar la tentación y la abre, esparciendo todos estos males por la tierra y privando a los hombres, entre otras muchas cosas, de la inmortalidad. Además ahora sienten dolor, enferman, sienten fatiga cuando trabajan (una clara alusión a aquello de “ganarás el pan con el sudor de tu frente”).
Pero no acaba aquí la leyenda, falta todavía la guinda, pues Pandora tapó la jarra antes de que saliera todo lo que había en su interior, logrando conservar una sola cosa, la esperanza. De aquí se extrae aquello de que “siempre hay esperanza” o “la esperanza es lo último que se pierde”. Sin embargo, también hay un detalle que no se nos debe pasar, y es el hecho de que la esperanza estuviese en la jarra donde Zeus puso todos los males. Así pues, ¿no sería lógico pensar que los griegos considerasen la esperanza como un mal? Al menos quien compuso esta leyenda, Hesíodo, sí que la debía considerar como un mal, ya que así la ubicó.
(Hesiodo)
Mucho hay que comentar a esta leyenda. Sus evidentes semejanzas con diversos pasajes de Génesis, aún con la diferencia del monoteísmo y politeísmo (lo que allí hace un dios directamente con el hombre, en el mito de Pandora lo llevan a cabo diversos dioses de distinta naturaleza). Sus evidentes tintes machistas, clásicos de las sociedades patriarcales, de cargar los males del mundo a lomos del género femenino (también Génesis nos deja esta idea). Las semejanzas de Prometeo con la serpiente del Edén, tentando a los hombres para que desobedezcan a Dios y adquieran sabiduría. La idea compartida por los pueblos antiguos de una edad de Oro anterior, que fue quebrada por una desobediencia a lo divino (cargando las culpas generalmente a la mujer) O lo comentado en el párrafo anterior sobre considerar la esperanza como un mal.-
Muchas son las similitudes entre el Génesis y el mito de Pandora. En lo esencial cuentan lo mismo. La caida del hombre. Pero es que además siguen prácticamente las mismas pautas.
GÉNESIS: Los humanos viven en el jardín del Edén, provistos de todo alimento, "desconociendo del bien y del mal"
TEOGONIA: Los humanos habitan una tierra que les provee de lo que necesitan, pero desconocen el motivo. Carecen de sabiduría y no son capaces de dominar la agricultura.
GÉNESIS: Yaveh ha dispuesto que este sea el estado ideal para la humanidad y prohibe expresamente probar el fruto del "árbol de la ciencia" (sabiduría) para evitar que el hombre sea como Dios, "y sus ojos sean abiertos, sabiendo del bien y el mal".
TEOGONÍA: Aquí es Zeus quien dispone el mismo estado de ignorancia para el hombre, valiéndose de los demás dioses para que así sea (el monoteísmo bíblico es sustituido por el politeismo griego)
GENESIS: La serpiente (el mal, el diablo) tienta a la humanidad, la mujer cae en su trampa y prueba el fruto prohibido, adquiriendo con ello la conciencia de la realidad (sabiduría) por lo que le recae el consiguiente castigo.
TEOGONÍA: Aquí, con el politeísmo, la leyenda toma otro cariz, asemejándose a los textos mesopotámicos con dioses favorables y desfavorables para la humanidad. Prometeo es quien tienta a la humanidad, ofreciéndoles el fuego (la sabiduría) que ellos aceptan encantados. En el texto griego Prometeo no es malicioso para la humanidad sino benefactor (como tantos dioses de tantas creencias politeistas como Enki, Quetzalcoatl, Kukulcan). En cualquier lugar, el resultado es el mismo. La humanidad será castigada por tal osadía.
GÉNESIS: La naturaleza del castigo es claro. Fin de la inmortalidad (y tus días serán de 120 años), aparición de las enfermedades y el dolor (y parirás con dolor) así como de la fatiga y el cansancio, sensaciones desconocidas hasta entonces (ganarás el pan con el sudor de tu frente)
TEOGONÍA: El castigo son todos los males que contiene la jarra, que acaban con la inmortalidad de los hombres, que ahora envejecerán y morirán, padecerán dolor y enfermedades y sabrán lo que es el cansancio (entre otros muchos males)
Aunque los que contravienen los castigos divinos no coinciden en ambos relatos (los hombres aceptan el fuego de Prometeo - la mujer acepta la proposición de la serpiente), sí sin embargo coinciden en hacer recaer la culpa en el género femenino en ambos casos.
GENESIS: La culpable es la mujer, que cae en los engaños de la serpiente y convence a Adán para que también lo haga. La fémina queda retratada como un ser débil de caracter a quien no hay que hacer caso, ya que por su culpa se perdió la gracia de Dios.
TEOGONIA: La culpable es la mujer, que como ser voluble, tendencioso e irreflexivo (así fue expresamente hecha por los dioses para Epimeteo) comete el grave error de esparcir todos los males por el mundo. Suya es la culpa de la existencia de esos males.
No es de extrañar esto último, cuando sabemos de lo que eran capaces las antiguas sociedades patriarcales, anulando la personalidad de la mujer hasta llegar a hacer de ella una mera propiedad del padre hasta que pasaba a serlo del marido.
Se suele decir que, que cualquier tiempo pasado fue mejor. Y ese justamente es el sentido que para los antiguos tenía. Un tiempo pasado, feliz y longevo. Y para añorar un tiempo, ¿cuál mejor que uno expresamente inventado para ello?
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