domingo, 31 de enero de 2010

-REFLEXION SOBRE HUMILDAD-


La justicia reconoce la verdad honradamente; la humildad se inclina dócilmente por amor gratuito. Suele decirse que una persona es humilde cuando se abaja ante la grandeza de otra, cuando aprecia una cualidad superior a la suya o cuando reconoce el mérito del otro sin envidia. Pero eso no es humildad sino honradez. Por muy difícil que sea reconocer una grandeza que eclipsa nuestro propio ser y nuestras cualidades, el hacerlo no es más que honradez.

La humildad no va de abajo hacia arriba, sino inversamente. No consiste en que el más pequeño rinda homenaje al más grande, sino en que éste último se incline respetuosamente ante el primero. Nos muestra claramente que es erróneo querer derivar la mentalidad cristiana de las costumbres terrenas. Así vista, se comprende muy bien que el grande se incline con bondad hacia el pequeño y aprecie su valor, que se sienta emocionado por la debilidad y se coloque ante ella para defenderla. La verdadera humildad estriba en esto, en el respetuoso inclinarse del más ante el menos; del mayor ante el menor.

Pero al rebajarse así, ¿no significa perderse a sí mismo? No. El grande que adopta la actitud humilde está seguro de sí y sabe que cuanto más intrépidamente se lance hacia abajo tanto más seguramente se hallará a sí mismo. ¿Es que el grande es recompensado por este movimiento? Ciertamente. Su humildad le hace descubrir el valor de la pequeñez como tal; encuentra la grandeza de lo diminuto, de lo chiquito, de las minucias; llega así a captar que la vida es un continuo ejercicio de virtuosas pequeñeces que hacen la existencia grande y valiosa. No comprende tan sólo que el pequeño “tiene también su valor”, sino que es valioso precisamente porque es pequeño. He aquí un profundo misterio que se manifiesta al hombre verdaderamente humilde.(BUENA FALTA NOS HACE UN POCO A TODOS)-

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