-Usted viaja a bordo del crucero espacial Alnair 8, una de las muchas líneas suborbitales que cruzan cada día la Tierra. De pronto, un tornillo procedente de un viejo satélite choca contra la ventanilla y penetra violentamente en el interior de la nave. En menos de un minuto, estarán todos muertos. Así comienza la serie japonesa “Planetes”, en la que se narra la vida de un grupo de “basureros espaciales” en el año 2068 y cuyo argumento tiene tintes premonitorios.
Aunque muchos lo perciban como un peligro lejano, la proliferación de basura orbital conlleva una serie de riesgos reales que preocupan seriamente a los expertos. Las consecuencias van desde la imposibilidad futura de salir al espacio hasta la caída de objetos en zonas habitadas. Éstas son algunas de las amenazas:
-1. Cadena de colisiones-
Según las predicciones matemáticas, el número de colisiones entre los desechos que ya existen en la órbita puede alcanzar un punto crítico en pocos años. Heiner Klinkrad, responsable del programa de basura espacial de la ESA, reconoce que “podemos llegar a un punto en que no podamos retomar el control y no vuelva a ser posible enviar misiones espaciales en condiciones de seguridad”.
El 40% de la basura espacial generada hasta el momento procede de explosiones y colisiones. El choque de dos satélites sobre Siberia el pasado 10 de febrero, por ejemplo, lanzó a la órbita más de 400 objetos. En 2007, el lanzamiento de un mísil antisatélites chino generó más de 2.300 fragmentos del tamaño de una pelota de golf y aumentó en un 22% el número total de desechos en el espacio.
-2. Basura nuclear-
A una altitud aproximada de 900 km, una nube de gotas radiactivas procedentes de las misiones espaciales soviéticas sigue dando vueltas a la Tierra. Se calcula que los cohetes de las misiones RORSTAT soltaron unas 70.000 gotas de combustible nuclear que se van desintegrando en la atmósfera.
El verdadero peligro, sin embargo, está en la caída de los reactores nucleares. El 24 de enero de 1978, el reactor del Cosmos 954 entró de imprevisto en la atmósfera y esparció combustible radiactivo en un área de 600 kilómetros sobre Canadá. En 1982, el Cosmos 1402 cayó sobre el Atlántico. Recientemente, un informe de la NASA asegura que el Cosmos 1818 sigue vertiendo residuos radioactivos desde la órbita.
3. Misiones en peligro
A medida que aumenta la basura, la posibilidad de que se produzcan daños en la Estación Espacial Internacional, el telescopio Hubble o los trasbordadores, crece de forma significativa. El impacto de una sola de las gotas del RORSTAC, por ejemplo, equivaldría al choque de una bola de bolos a 500 km/ h. Un objeto de aluminio de un centímetro perforaría el casco y dejaría un limpio agujero en su superficie.
El riesgo también aumenta con la altitud. Entre los 750 y los 1.500 kilómetros existe una zona prácticamente intransitable. Más abajo, los satélites están expuestos a una lluvia constante de fragmentos milimétricos que pueden deteriorar los paneles solares y los sistemas eléctricos.
-4. Impacto contra un astronauta-
Los objetos que viajan a estas altitudes avanzan a una velocidad media de 12 km/s. A esta velocidad, un fragmento de apenas un milímetro de grosor puede atravesar el traje de un astronauta con facilidad y causarle la muerte.
Para evitar el peligro, las agencias aseguran tener controladas todas las variables. “Si se prevé la cercanía de un objeto, o una tormenta solar”, explica Bill Jeffs, portavoz de la NASA, “se pospone el paseo espacial y se hace regresar a los astronautas a la nave”.
5. Reentrada a la Tierra
La única persona herida por la caída de un objeto espacial, hasta el momento, es una mujer de Oklahoma llamada Lottie Williams, a quien en 1997 le cayó un trozo de cohete sobre el hombro. La basura está reentrando constantemente en la atmósfera y, aunque la mayor parte se desintegra por la fricción antes de llegar al suelo, no es extraño que los restos de algún cohete caigan de forma descontrolada.
Entre 100 y 200 objetos de un tamaño mayor que una pelota de baloncesto caen cada año sobre la Tierra. En la lista de objetos recuperados hay una larga serie de esferas metálicas, algunas de hasta 200 kilos, caídas en distintos puntos del globo, desde Arabia Saudí hasta Tailandia.
Los objetos más grandes han sido la estación rusa Salyut 7, que cayó en 1991 sobre tierras argentinas dejando un reguero de objetos a su paso, y la primera estación espacial estadounidense, el Skylab, que se desintegró sobre Australia por una tormenta solar imprevista. En aquella ocasión, numerosos granjeros encontraron sus tierras sembradas de pedazos de metal fundidos, incluido un trozo de la estación de 2,3 toneladas. Entre los afectados se contabilizó una vaca que, según las crónicas, tuvo la mala suerte de estar en el lugar menos oportuno. -Investigacion-Edicion:M-G-SIMONIN-
Aunque muchos lo perciban como un peligro lejano, la proliferación de basura orbital conlleva una serie de riesgos reales que preocupan seriamente a los expertos. Las consecuencias van desde la imposibilidad futura de salir al espacio hasta la caída de objetos en zonas habitadas. Éstas son algunas de las amenazas:
-1. Cadena de colisiones-
Según las predicciones matemáticas, el número de colisiones entre los desechos que ya existen en la órbita puede alcanzar un punto crítico en pocos años. Heiner Klinkrad, responsable del programa de basura espacial de la ESA, reconoce que “podemos llegar a un punto en que no podamos retomar el control y no vuelva a ser posible enviar misiones espaciales en condiciones de seguridad”.
El 40% de la basura espacial generada hasta el momento procede de explosiones y colisiones. El choque de dos satélites sobre Siberia el pasado 10 de febrero, por ejemplo, lanzó a la órbita más de 400 objetos. En 2007, el lanzamiento de un mísil antisatélites chino generó más de 2.300 fragmentos del tamaño de una pelota de golf y aumentó en un 22% el número total de desechos en el espacio.
-2. Basura nuclear-
A una altitud aproximada de 900 km, una nube de gotas radiactivas procedentes de las misiones espaciales soviéticas sigue dando vueltas a la Tierra. Se calcula que los cohetes de las misiones RORSTAT soltaron unas 70.000 gotas de combustible nuclear que se van desintegrando en la atmósfera.
El verdadero peligro, sin embargo, está en la caída de los reactores nucleares. El 24 de enero de 1978, el reactor del Cosmos 954 entró de imprevisto en la atmósfera y esparció combustible radiactivo en un área de 600 kilómetros sobre Canadá. En 1982, el Cosmos 1402 cayó sobre el Atlántico. Recientemente, un informe de la NASA asegura que el Cosmos 1818 sigue vertiendo residuos radioactivos desde la órbita.
3. Misiones en peligro
A medida que aumenta la basura, la posibilidad de que se produzcan daños en la Estación Espacial Internacional, el telescopio Hubble o los trasbordadores, crece de forma significativa. El impacto de una sola de las gotas del RORSTAC, por ejemplo, equivaldría al choque de una bola de bolos a 500 km/ h. Un objeto de aluminio de un centímetro perforaría el casco y dejaría un limpio agujero en su superficie.
El riesgo también aumenta con la altitud. Entre los 750 y los 1.500 kilómetros existe una zona prácticamente intransitable. Más abajo, los satélites están expuestos a una lluvia constante de fragmentos milimétricos que pueden deteriorar los paneles solares y los sistemas eléctricos.
-4. Impacto contra un astronauta-
Los objetos que viajan a estas altitudes avanzan a una velocidad media de 12 km/s. A esta velocidad, un fragmento de apenas un milímetro de grosor puede atravesar el traje de un astronauta con facilidad y causarle la muerte.
Para evitar el peligro, las agencias aseguran tener controladas todas las variables. “Si se prevé la cercanía de un objeto, o una tormenta solar”, explica Bill Jeffs, portavoz de la NASA, “se pospone el paseo espacial y se hace regresar a los astronautas a la nave”.
5. Reentrada a la Tierra
La única persona herida por la caída de un objeto espacial, hasta el momento, es una mujer de Oklahoma llamada Lottie Williams, a quien en 1997 le cayó un trozo de cohete sobre el hombro. La basura está reentrando constantemente en la atmósfera y, aunque la mayor parte se desintegra por la fricción antes de llegar al suelo, no es extraño que los restos de algún cohete caigan de forma descontrolada.
Entre 100 y 200 objetos de un tamaño mayor que una pelota de baloncesto caen cada año sobre la Tierra. En la lista de objetos recuperados hay una larga serie de esferas metálicas, algunas de hasta 200 kilos, caídas en distintos puntos del globo, desde Arabia Saudí hasta Tailandia.
Los objetos más grandes han sido la estación rusa Salyut 7, que cayó en 1991 sobre tierras argentinas dejando un reguero de objetos a su paso, y la primera estación espacial estadounidense, el Skylab, que se desintegró sobre Australia por una tormenta solar imprevista. En aquella ocasión, numerosos granjeros encontraron sus tierras sembradas de pedazos de metal fundidos, incluido un trozo de la estación de 2,3 toneladas. Entre los afectados se contabilizó una vaca que, según las crónicas, tuvo la mala suerte de estar en el lugar menos oportuno. -Investigacion-Edicion:M-G-SIMONIN-
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