sábado, 15 de diciembre de 2012

-PERSONAJES-CATALINA LA GRANDE-





-FILEALIEN-46-Año 3-Rosario-Santa Fe-Argentina-15/12/2012-
-Catalina II de Rusia, llamada la Grande (Ekaterina Alekseyevna, en ruso: Екатерина Великая), nacida en Szczecin (Stettin), Pomerania, actualmente Polonia, el 2 de mayo de 1729 y fallecida en San Petersburgo el 17 de noviembre de 1796 según el calendario gregoriano. Reinó como emperatriz de Rusia durante 34 años, desde el 28 de junio de 1762 hasta su muerte.-
-PRIMEROS AÑOS:
-El padre de Catalina, Christian Augusto, príncipe de Anhalt-Zerbst, era un general prusiano que ejercía de Gobernador de la ciudad de Szczecin en nombre del rey de Prusia. Aunque nació como Sofía Federica Augusta (Sophie Friederike Auguste von Anhalt-Zerbst, apodada "Figchen"), una princesa alemana de menor rango, Catalina tenía una remota ascendencia sueca en Carlos IX. De acuerdo con la costumbre imperante de entonces entre la nobleza alemana, su educación fue impartida principalmente por tutores franceses.
La elección de Sofía como la futura esposa del zar (Pedro de Holstein-Gottorp) se debió a la gestión diplomática entre el conde Lestocq y Federico II de Prusia. Ambos querían fortalecer la amistad entre Prusia y Rusia para debilitar la influencia de Austria y arruinar al canciller Alekséi Bestúzhev-Ryumin, consejero de la zarina Isabel, y que era un conocido partidario de la alianza ruso-austríaca. Además a la emperatriz le gustaba esa familia, ya que ella había estado prometida al tío de Sofía, hermano de su madre, Carlos Augusto de Holstein-Gottorp, que había muerto de viruela en 1727 antes de que la boda se llevase a cabo.
La intriga diplomática fracasó, en gran medida debido a la intervención de la madre de Sofía, Juana Isabel de Holstein-Gottorp, una inteligente y ambiciosa mujer. La imagen histórica de la madre de Catalina ha quedado como la de una mujer emocionalmente fría, así como una trepadora social que amó las intrigas y los chismes de la corte. Juana estaba tan cegada por la ambición de convertir a su hija en emperatriz de Rusia, que logró enfurecer a la emperatriz Isabel y la obligó a salir del país acusándola de espiar para el rey de Prusia. No obstante, a Isabel siempre le gustó la hija, y finalmente el matrimonio se celebró en 1745.
La princesa Sofía no escatimó esfuerzos para congraciarse no sólo con la emperatriz Isabel y con su marido, sino también con el pueblo ruso. Se dedicaba con tal celo al aprendizaje de la lengua rusa que se levantaba por la noche y caminaba descalza para repasar las lecciones. Esto dio lugar a un grave ataque de neumonía, en marzo de 1744. Cuando escribió sus memorias reprodujo cómo había formado su mente al llegar a Rusia para hacer todo lo que fuese necesario a fin de estar calificada para llevar la corona.
Su padre, un devoto luterano, se opuso firmemente a la conversión de su hija a la Iglesia Ortodoxa rusa. Pero a pesar de sus instrucciones, el 28 de junio de 1744 fue bautizada con el nombre de Catalina (Yekaterina o Ekaterina) Alekséyevna. Al día siguiente tuvieron lugar los esponsales, y Catalina se casó con el gran duque Pedro el 21 de agosto de 1745 en San Petersburgo. Los recién casados se instalaron en el palacio de Oranienbaum, que sería la residencia de la "joven corte" durante 54 años.

El golpe de Estado de 1762:

El fracaso del matrimonio fue debido a la impotencia y la inmadurez del gran duque Pedro, que no pudo consumarlo durante 12 años. Entonces el distanciamiento de la pareja parece definitivo, y Pedro toma una amante (Yelizabeta Vorontsova), mientras que Catalina mantiene relaciones con Sergéi Saltykov, Charles Hanbury Williams y Estanislao II Poniatowski. Se convirtió en amiga de Yekaterina Dáshkova, la hermana de la amante de su marido, quien la presentó a varios grupos de políticos poderosos que se oponían a su marido. Catalina leía mucho y se mantenía informada sobre los acontecimientos de Rusia y del resto de Europa. Mantuvo correspondencia con muchas de las mentes prominentes de la época, incluyendo a Voltaire y Diderot.
Después de la muerte de la emperatriz Isabel el 5 de enero de 1762, Pedro subió al trono como Pedro III de Rusia y la pareja se trasladó al nuevo Palacio de Invierno en San Petersburgo; Catalina se convirtió así en emperatriz consorte de Rusia. Sin embargo, las excentricidades del nuevo zar y su política de secularización de bienes y filoprusiana le granjearon la enemistad de varios sectores, entre ellos la Iglesia. Para complicar más el asunto, Pedro intervino en una disputa entre Holstein y Dinamarca sobre la provincia de Schleswig, apoyando al primero, su país natal, y despertando la impopularidad entre la nobleza ante una guerra muy alejada de los intereses de Rusia.
En julio de 1762, Pedro cometió el error político de retirarse con sus guardias de Holstein y sus amigos a Oranienbaum, dejando a su esposa en San Petersburgo. El 13 y 14 de julio, la Guardia Imperial Rusa, al mando de Grigori Orlov, amante de Catalina, se rebeló, deponiendo a Pedro, y proclamando a su esposa como gobernante de Rusia. El golpe triunfó sin derramamiento de sangre; Yekaterina Dashkova, una confidente de Catalina, señaló que Pedro parecía no tener problema en abandonar el trono, y solo pedía a cambio una tranquila finca, su viejo violín y suministros de tabaco y vino de Borgoña.
Seis meses después de su acceso al trono, y tres días después de su deposición, el 17 de julio de 1762, Pedro III falleció en Ropsha a manos de Alekséi Orlov (hermano menor de Grigori). Los historiadores de la era soviética acusaron a Catalina de haber ordenado el asesinato, como también dispuso los de otros posibles reclamantes al trono (Iván VI y la princesa Tarakanova), pero muchos historiadores modernos creen que no formó parte de ello.
Catalina, aunque no descendía de emperadores rusos, sucedió a su marido, tras el precedente establecido cuando Catalina I de Rusia sucedió a Pedro I en 1725. Su manifiesto de acceso al trono justifica su sucesión citando la "elección unánime" de la nación. Sin embargo, una gran parte de la nobleza lo consideró como una usurpación, tolerable solo durante la minoría de su hijo, el gran duque Pablo. En la década de 1770, un grupo de nobles relacionados con Pablo (Nikita Panin y otros) contemplaron la posibilidad de un nuevo golpe para deponer a Catalina y transferir la corona a su hijo, cuyo poder quedaría restringido previamente en una especie de monarquía constitucional. Pero nada de esto se llevó a cabo, y Catalina reinó hasta su muerte.
Por su estrategia de política interior y exterior intentó una europeización del país, y otorgó a la nobleza un puesto relevante que hasta ese momento no había tenido. Interiormente fracasó su intento de crear un código con las ideas de Montesquieu y vivió una contienda en 1773 con los campesinos, por la nefasta situación social en que la población vivía. Esto provocó una nueva reestructuración del gobierno regente. Exteriormente se centró en la expansión territorial, aunque a costa de Polonia y Turquía. Se le denominó Semíramis del Norte, y fue considerada como una mujer inteligente, culta, sagaz, muy hábil, apasionada y con una vida privada un tanto peculiar. Mantuvo una gran amistad y comunicación con los grandes ilustrados franceses, como Diderot, Montesquieu o Voltaire, o con el escritor belga Charles-Joseph de Ligne.
El gran amor de su vida fue el príncipe Grigori Potiomkin, quien fue su gran apoyo político.-
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Política interna

Al mismo tiempo que extendía los límites de su imperio, Catalina introducía novedades en la agricultura y la industria, basándose en el pensamiento de las Luces. Creó una estructura para reformar las leyes. Se instituyó una comisión legislativa que representaba a todas las clases salvo a los siervos, pero se disolvió antes de que pudiera ser eficaz, tal vez porque había pasado a ser demasiado conservadora tras la insurrección del atamán cosaco Yemelián Pugachov entre 1773 y 1774.

Rebelión de Yemelián Pugachov

Durante 1768-1774 en la guerra con el Imperio otomano, Rusia experimentó una agitación social importante causada por la sublevación de Pugachov. En 1773 un cosaco del río Don llamado Yemelián Pugachov, declaró ser el destronado zar Pedro III, rechazando la autoridad de la emperatriz Catalina. Otras comunidades y agrupaciones cosacas, además de varias etnias turcomanas que sentían el choque del estado centralizado ruso, junto a trabajadores industriales en los Montes Urales, así como los campesinos que esperaban escapar a la servidumbre, se unieron en una rebelión de alcance masivo. La preocupación principal del régimen imperial era entonces la guerra contra Turquía y ello permitió a los rebeldes de Pugachov tomar el control de una gran zona de territorio en la cuenca del río Volga, pero el ejército regular derrotó ferozmente la rebelión en 1774.
La sublevación de Pugachov alentó la determinación de Catalina para reorganizar la administración provincial de Rusia. En 1775 dividió Rusia en provincias y distritos según las estadísticas de la población. Se otorgó a cada provincia una amplia administración, destacamentos de policía, y un aparato judicial. Los nobles tuvieron que servir, no superando el tiempo establecido para el gobierno central, pues la ley así lo había requerido desde tiempos de Pedro el Grande, y muchos de ellos recibieron papeles significativos en administrar gobiernos provinciales, con lo cual la autoridad imperial confiaba tales puestos a aristócratas de confianza, obedientes al zar y que aseguraban que el poder central llegase a cada rincón del Imperio.
Catalina también procuró organizar la sociedad en grupos sociales bien definidos y estratificados. En 1785 publicó las cartas a los nobles y señores del pueblo. La carta a la nobleza confirmó la liberación de los nobles respecto del servicio obligatorio y les dio derechos como clase privilegiada y servidora directa de la autocracia rusa. La carta a las ciudades probó ser más complicada y en última instancia mucho menos acertada que la publicada para los nobles. No se llegó a publicar una carta similar para los campesinos, ni para mejorar las condiciones de los siervos.

Consecuencias del Expansionismo

Aunque integrar parte del territorio de Polonia a su imperio significó apoderarse de nuevas tierras fértiles, esto también creó nuevas dificultades para el Imperio ruso. Al perder a Polonia como Estado colchón, Rusia tuvo que compartir a partir de esos momentos frontera con grandes potencias Prusia y Austria, que podrían ser eventuales rivales. Además, el Imperio ruso llegó a ser más étnico y heterogéneo que antes al absorber a una gran cantidad de etnias, tales como los ucranianos, bielorrusos, y judíos. Los ucranianos y bielorrusos, que en su mayoría trabajaban como siervos bajo el dominio polaco, cambiaron poco su situación al principio bajo poder ruso. Los polacos, tradicionalmente católicos y herederos de una antigua potencia, se resentían a perder su independencia económica y cultural, siendo un pueblo difícil de controlar, y efectuando a lo largo del siglo XIX varias sublevaciones fallidas contra los rusos.
Rusia había suprimido los derechos a los judíos del imperio en 1742 y los había considerado desde entonces como población extranjera. Un decreto de 3 de enero de 1792, inició formalmente el régimen de la empalizada de establecimiento, según el cual los judíos estaban autorizados a residir libremente sólo en la parte más occidental del Imperio y sin acercarse a los grandes núcleos urbanos rusos, ello inició una etapa de antisemitismo informal que degeneró en discriminación violenta en los períodos últimos del Imperio. También a fines del siglo XVIII, Rusia suprimió la autonomía de Ucrania al este del río Dniéper, la de los territorios bálticos, y la de varias áreas pobladas por cosacos. Con su énfasis en un imperio uniformemente administrado, (aunque era alemana por su origen) Catalina puso las bases de una política de rusificación que en sus últimos años de reinado ya se había impulsado, y que sería ejecutada más intensamente por sus sucesores.

mapa del asentamiento judío.
Los historiadores han discutido la sinceridad de Catalina como monarca representativa de la Ilustración, pero pocos han dudado que creyó realmente en el activismo del gobierno dirigido, desarrollando al máximo los recursos del Imperio y haciendo su administración más eficaz. Inicialmente, Catalina procuró racionalizar procedimientos del gobierno mediante modificaciones en las leyes. En 1767 Catalina creó la Comisión Legislativa, formada por nobles, grandes terratenientes, y otros aristócratas, para codificar las leyes de Rusia. Aunque la comisión no formuló un nuevo código legal, La Instrucción a la Comisión de Catalina introdujo a algunos rusos al pensamiento político y legal occidental.

La Política Interna de Los Últimos Años

La «occidentalización» de Rusia continuó durante el reinado de Catalina. Un aumento en el número de libros y de periódicos también trajo adelante discusiones intelectuales y la crítica social propia de la Ilustración rusa. En 1790 Aleksandr Radíshchev publicó su libro El Viaje de San Petersburgo a Moscú, un ataque feroz contra el sistema de servidumbre y contra la autocracia. Catalina, asustada ya por la Revolución francesa, hizo que Radíschev fuese arrestado enviándolo a Siberia. Radíschev ganó más adelante el reconocimiento de padre del radicalismo ruso. Catalina terminó de desarrollar muchas de las políticas de Pedro el Grande y fijó las bases para la expansión imperial del siglo XIX. Hizo construir el Palacio Pávlovsk para su hijo Pablo, que es parte del Patrimonio Cultural de Rusia.
Rusia se convirtió en un país capaz de competir con sus vecinos europeos en las esferas militares, políticas, y diplomáticas. La élite de Rusia acabó por convertirse en una de las más cultas, tal y como sucedía en los países de la Europa Central y Occidental de la época. No obstante, la organización de la sociedad y del sistema de gobierno, las grandes instituciones centrales a la administración provincial de Catalina, seguía siendo la misma sociedad dividida en estratos sociales cuidadosamente delimitados y donde la movilidad social era difícil, tal como se había previsto desde tiempos de Pedro I, no produciéndose ningún cambio en tal sentido hasta la emancipación de los siervos en 1861 y, en algunos aspectos, hasta la caída de la monarquía en 1917. Catalina dio un empuje para la expansión rusa hacia el sur, incluyendo el establecimiento de Odesa como el principal puerto mercantil ruso en el Mar Negro, con tal de que sirviese como base para el comercio del grano del siglo XIX.

A pesar de tales realizaciones, el imperio que Pedro I y Catalina II habían construido seguía enfrentado a problemas fundamentales. Una élite pequeña de europeizados, enajenada de la masa de rusos ordinarios, planteó preguntas sobre la misma esencia de la historia, de la cultura y de la identidad de Rusia. Rusia alcanzó su preeminencia militar por confianza en la coerción y en una economía dirigida por la corte imperial, bastante primitiva, y principalmente basada en el sistema de servidumbre para actividades económicas primarias como la agricultura, minería, y ganadería. El desarrollo económico de Rusia era insuficiente para las necesidades del siglo XVIII, y estaba muy alejado aún del grado de transformación que la primera Revolución industrial causaba en países occidentales. La tentativa de Catalina para organizar la sociedad rusa en rígidos estamentos corporativos hizo frente al temprano desafío de la Revolución francesa, que propugnaba una ciudadanía individual. La extensión territorial y la incorporación a Rusia de un número en aumento de no-rusos en el imperio fijaron el principio del problema futuro de las nacionalidades. Finalmente, la primera cuestión de la servidumbre y la autocracia en los argumentos morales presagiaron el conflicto entre el Estado y la intelectualidad que llegó a ser dominante en el siglo decimonoveno.
A principios del siglo decimonoveno, la población de Rusia, los recursos, la diplomacia internacional y las fuerzas militares le hicieron uno de los estados de mayor poderío del mundo. Su poder le permitió desempeñar un papel cada vez más activo en los asuntos de Europa. Este papel llevó al Imperio a participar años después en una serie de guerras contra Napoleón, que tenían consecuencias de gran envergadura para Rusia y el resto de Europa. Después de aceptar la Ilustración con entusiasmo durante el siglo XVIII, la élite de Rusia se tornó en opositora activa de las tendencias de liberalización en Europa central y occidental desde 1789.
Internamente, la población de Rusia había crecido de forma diversa con cada adquisición territorial. La población incluida luteranos fineses, bálticos alemanes, estonios, y algo de lituanos, había también católicos lituanos, polacos, y algunos letones, ortodoxos bielorrusos y ucranianos, pueblos musulmanes a lo largo de la frontera meridional del Imperio y en el este, griegos ortodoxos y de S'akartvelos, y miembros de la Iglesia Apostólica Armenia. Con la influencia occidental, la oposición a la autocracia rusa fueron aumentando, ante ello el régimen reaccionó creando una especie de policía secreta, así como también imponiendo la censura para cortar las actividades de las personas que abogaban el cambio o movimiento nacionalista alguno en el interior del Imperio. El régimen seguía confiando en su economía basada en siervos como una herramienta destinada a servir como apoyo a las clases altas, al gobierno y a las fuerzas militares.

Política exterior

Durante el reinado de Catalina la Grande se ampliaron las fronteras del imperio ruso hacia el sur y hacia el oeste absorbiendo Nueva Rusia, Crimea, Ucrania, Bielorrusia, Lituania, y Curlandia a expensas de los dos estados más extensos de la zona, el Imperio otomano y la Mancomunidad Polaco-Lituana. En total añadió unos 518.000 km² al territorio ruso.

Expansión Rusa bajo Catalina II

La extensión imperial obtenida en el reinado de Catalina II, trajo al imperio enormes territorios nuevos en el sur y el oeste así como la consolidación del gobierno interno. Después de la Guerra de Crimea con el Imperio otomano en 1768, por el Tratado de Küçük Kaynarca en 1774, Rusia adquirió una conexión directa al Mar Negro, mientras los Tártaros de Crimea se convirtieron en un estado independiente de los otomanos. En 1783 Catalina anexionó Crimea, tras la siguiente guerra con el Imperio otomano, que comenzó en 1777. Por el tratado de Yasi en 1792 se amplió el dominio territorial de Rusia hacia el sureste, llegando al río Dniéster. Los términos del tratado redujeron las ambiciosas metas del presunto proyecto magno de Catalina - la expulsión total de los otomanos de Europa y la renovación del Imperio romano de Oriente bajo control ruso. El Imperio otomano no planteó nuevamente una amenaza seria a Rusia, al contrario, los gobernantes turcos se vieron forzados a tolerar un aumento de la influencia rusa en los Balcanes.

imperio ruso durante el gobierno de Catalina
La expansión occidental de Rusia bajo Catalina resultó en el reparto de la Mancomunidad de Polonia-Lituana. Polonia, que había sido potencia regional entre los siglos XVI- y XVII empezó a debilitarse gravemente a lo largo del siglo XVIII, mostrando continuas luchas entre su aristocracia y un creciente desorden interno; una señal evidente del debilitamiento de Polonia ocurrió cuando cada uno de sus poderosos vecinos - Rusia, Prusia, y Austria - intentaron colocar a su propio candidato en el trono polaco generando la Guerra de Sucesión de Polonia, que envolvió a toda Europa. En 1772 Rusia, Austria, y Prusia, llegaron a un acuerdo informal para anexarse diversas porciones del territorio polaco, por la cual Rusia recibió las zonas que comprenden la actual Bielorrusia y Livonia. Después de la primera partición, Polonia instauró un nuevo régimen que inició un programa extenso de reformas, que incluyó una constitución democrática lo cual alarmó a las facciones más reaccionarias de la aristocracia polaca, la cual pidió a su vez la ayuda de Rusia. Usando como excusa el peligro del radicalismo liberal tras la Revolución francesa de 1789, Austria, Rusia, y Prusia, reclamaron la abolición de la Constitución polaca de 1791 y en 1793 Polonia volvió a ver reducido su territorio tras una invasión conjunta de sus vecinos que dio lugar a la segunda partición. Esta vez Rusia obtuvo la mayoría de Bielorrusia y el sector de Ucrania que está situada al oeste del río Dnieper. La partición de 1793 condujo a una sublevación nacionalista en Polonia contra la influencia de rusos y prusianos, la cual terminó siendo derrotada por los ejércitos de Rusia y Prusia en 1795, dando lugar a la tercera partición en ese mismo año. El territorio polaco que aún se mantenía independiente fue repartido por ambos invasores. Consecuentemente Polonia desapareció del mapa político internacional.

Guerras Ruso-Turcas

Guerra Ruso-Turca (1768-1774)

La Guerra Ruso-Turca de 1768-1774 fue un conflicto decisivo que estableció el control ruso de facto sobre el sur de Ucrania, hasta entonces dominada por el Imperio otomano a través de su Estado títere, el Kanato de Crimea.
La guerra fue una consecuencia inesperada de la tensa relación que se vivía en Polonia, donde varios nobles se rebelaron contra el gobierno del rey Estanislao II, antiguo amante y títere de la emperatriz Catalina II de Rusia. Estos nobles, reunidos en la llamada Confederación de Bar, atacaban a las tropas rusas desplegadas en Polonia en apoyo de Estanislao II y luego se retiraban a países vecinos para protegerse de las represalias rusas.
En 1768 un grupo de cosacos al servicio de Rusia persiguió a una banda de confederados hasta la ciudad de Balta, en la actual Ucrania, que por entonces formaba parte del Kanato de Crimea. Los crimeanos acusaron a los cosacos de matar a varios de sus conciudadanos, cosa que Rusia negó, y pidieron ayuda a su señor, el Sultán Mustafá III de Constantinopla. En base a esto, Mustafá III declaró la guerra a Rusia el 25 de septiembre de 1768 y estableció una alianza con los rebeldes polacos. Por su parte, Rusia se ganó el apoyo de Gran Bretaña, lo que le garantizaba un acceso sin problemas al Mar Mediterráneo, así como algunos consejeros navales.

Alegoría de la victoria de Catalina sobre los turcos (Stefano Torelli, 1772)
A pesar de que el Imperio Otomano declaró la guerra primero, los turcos se vieron incapaces de llevar la iniciativa durante toda la contienda, mostrándose faltos de una estrategia real. Esto permitió al General Aleksandr Suvórov maniobrar sin problemas en Polonia, donde capturó Cracovia en 1768 a los sublevados y luego aplastó la rebelión en el resto del país. Mientras tanto, la flota rusa del Báltico penetró en el Mediterráneo y arribó en febrero de 1770 a Morea (sur de Grecia), donde los rusos tenían agentes secretos desde años antes, y estimuló una rebelión popular contra los turcos que, sin embargo, no se extendió al resto del país. Aun así, esto forzó a los turcos a enviar refuerzos a Grecia en detrimento de Ucrania, labor que se vio complicada con la posterior derrota y destrucción de la flota otomana en la Batalla de Chesna, que tuvo lugar entre el 5 y el 7 de julio de ese año frente a la isla egea de Quíos.
El mismo día que el Almirante Orlov derrotaba a la escuadra turca en Chesna, el Mariscal de Campo Pyotr Rumyantsev penetró en la Ucrania otomana y derrotó a los turcos y sus aliados tártaros en dos batallas sucesivas sobre el río Larga, tras las cuales los rusos ocuparon la mayoría de las fortalezas existentes en la región. También ofrecieron a los crimeanos cambiar de bando y aliarse con ellos contra los turcos, cosa a la que el Kan Sahib II Giray se negó. Sin embargo, un ataque sorpresa sobre la propia Península de Crimea le obligó a recapacitar por lo que envió a su sobrino y sucesor, el príncipe Şahin Giray, a San Petersburgo para que negociara una paz con la Emperatriz Catalina II en persona. Crimea abandonó entonces la guerra y con ello, su largo vasallaje al Imperio Otomano. En 1773 Suvórov dio la campaña de Polonia por finalizada y marchó a Ucrania para combatir a las fuerzas otomanas que aún quedaban allí. Ganó una batalla tras otra, dando pie a su posterior fama de general invencible. El Imperio Otomano solicitó la paz en 1774.
El 21 de julio de 1774 Rusia y Turquía firmaron el Tratado de Küçük Kaynarca, que ponía fin a la guerra. De acuerdo con el tratado, el Imperio Otomano reconocía la independencia de un reducido Kanato de Crimea (cosa que lo convertía de facto en un estado satélite de Rusia) y se comprometía a pagar 4,5 millones de rublos como indemnización de guerra. Rusia ganaba además el derecho a construir dos puertos en el Mar Negro, cosa que hasta entonces le había estado vedada. Finalizaba así el monopolio otomano sobre el mar y se abría la posibilidad a un ataque naval ruso sobre la misma Constantinopla en el futuro. Por su parte, el Kanato de Crimea sobrevivió a la guerra, pero quedó sumido en la ruina y dividido entre facciones fuertemente enfrentadas que apoyaban a Rusia o a Turquía. Usando como pretexto la guerra civil que por esta causa desangraba el país, los rusos ocuparon Crimea en 1783 y depusieron al último Kan, Şahin Giray, el mismo que años atrás había sido recibido por la propia Catalina II. Exiliado al Imperio Otomano en 1787, fue finalmente apresado y ejecutado por traición por orden del nuevo sultán, Abdul Hamid I, que no le perdonó su papel en la negociación de la paz con Rusia y el consiguiente abandono deTurquía en la guerra. De hecho Turquía no aceptó formalmente la anexión de Crimea a Rusia en 1783, por lo que la visita de Catalina II a la península en 1787 fue utilizada como pretexto para la nueva guerra ruso-turca que estalló ese año.

Sitio de Ochakiv en 1788, por January Suchodolski.

Guerra Ruso-Turca (1787-1792)

La Guerra Ruso-Turca de 1787-1792 se debió al intento frustrado del Imperio otomano por reconquistar territorios cedidos a Rusia en el curso de la anterior Guerra Ruso-Turca (1768-1774). En 1786 Catalina II de Rusia hizo su entrada triunfal en la Crimea anexionada en compañía de su aliado, el emperador José II de Habsburgo del Sacro Imperio Romano Germánico. Estos acontecimientos, junto con la fricción causada por mutuas acusaciones de infracción del Tratado de Küçük Kaynarca, que había terminado la anterior guerra, inflamaron a la opinión pública de Constantinopla; los embajadores británico y francés, por su parte, también dieron su apoyo incondicional a los partidarios de la guerra. La guerra se declaró en 1788, pero los preparativos de Turquía fueron inadecuados y el momento mal elegido, con Austria aliada a Rusia, hecho conocido por los turcos sólo cuando ya era demasiado tarde. Los turcos consiguieron que los austriacos se retiraran de Mehadia y conquistaron el Banato (1789); pero en Moldavia el mariscal de campo Rumyantsev tomó Iaşi y Khotin. Tras un largo sitio invernal Ochakiv cayó ante el Príncipe Potemkin, y todos sus habitantes fueron masacrados. Esta noticia afectó tanto al sultán Abdul Hamid I que le causó la muerte. Los generales turcos eran incompetentes, y el ejército levantisco; las expediciones de auxilio a Bender y Akerman fracasaron, Belgrado fue tomada por el General Laudon de Austria, la fortaleza inexpugnable de Izmail fue conquistada por Suvórov mediante el uso de ataques sorpresa de infantería y artillería combinadas, Ushakov destruyó la flota otomana en Fidonisi, Tendra, Estrecho de Kerch y Cabo Caliacria, y la caída de Anapa ante Ivan Gudovich completó la serie de desastres turcos. El nuevo y joven sultán Selim III deseaba ardientemente restaurar el prestigio de su país con una victoria antes de hacer la paz, pero el estado de sus tropas frustró sus esperanzas. Prusia, que había firmado un tratado ofensivo con Turquía el 31 de enero de 1790, no le prestó ninguna ayuda. Por el Tratado de Jassy, firmado con Rusia el 9 de enero de 1792, el Imperio Otomano reconoció la anexión rusa del Janato de Crimea (efectuada en 1783) y cedió Yedisán (Khadsibey y Ochakiv) a Rusia, pasando el Dniéster a ser la frontera europea entre ambos países. La frontera asiática (el río Kuban) permaneció intacta.

Relaciones con Europa Occidental

En el escenario político europeo, Catalina permaneció consciente en todo momento de su legado, y anhelaba el reconocimiento internacional como una soberana ilustrada. Ella sería la pionera para Rusia en el papel que Gran Bretaña jugaría más adelante en la mayor parte del siglo XIX y principios del siglo XX, la de mediadora en los conflictos internacionales que pudieran, o no, conducir a la guerra. En consecuencia, actuó como mediadora en la Guerra de Sucesión bávara (1778-1779) entre Prusia y Austria. En 1780 se creó la Liga de la Neutralidad Armada, destinada a defender la neutralidad de los mares de la Marina Real Británica durante la Revolución Americana, y se negó a apoyar a los británicos de cualquiera de las maneras.
Desde 1788 a 1790, tiene lugar la Guerra Ruso-Sueca, instigada por el primo de Catalina, el rey Gustavo III de Suecia, que pretendía recuperar las provincias bálticas perdidas en Poltava. Sobrevalorando al ejército ruso, Catalina, se mantiene en guerra contra los turcos, enfrentándose a crecientes pérdidas humanas, financieras e incluso territoriales al ser amenazada San Petersburgo por las victorias de la flota sueca. Pero la situación cambió cuando Dinamarca declaró la guerra a Suecia en 1789. Tras la Batalla de Svensksund en 1790, las tres partes firmaron el Tratado de Värälä (14 de agosto de 1790), por el que todos los territorios conquistados durante el conflicto serían devueltos a sus respectivas naciones, también se aseguró la paz por 20 años.

Relaciones con Japón

En el Lejano Oriente, los rusos se convirtieron en activos cazadores de pieles en Kamchatka y las islas Kuriles. Sin embargo, los asentamientos rusos tenían problemas de suministros, demasiado limitados y encarecidos por la necesidad de importar mercancías a larga distancia a través de Siberia. Esto estimuló el interés en la apertura del comercio con Japón. En 1783, una tormenta condujo a un marino japonés, Daikokuya Kōdayū, a las islas Aleutianas, en territorio ruso. Las autoridades locales rusas decidieron ayudarle en su viaje y lo utilizaron como un enviado comercial. El 28 de junio de 1791, Catalina concedió una audiencia a Kōdayū en Tsárskoye Seló. Posteriormente, en 1792, el gobierno ruso envió una misión oficial dirigida por Adam Laksman a Japón. El Shogunato Tokugawa recibió la misión, pero las negociaciones fracasaron y las relaciones comerciales entre los dos países no comenzaron hasta 1858.

Los repartos de Polonia

En 1764, Catalina colocó a Estanislao Poniatowski en el trono de Polonia (tomando el nombre de "Estanislao II de Polonia"). Aunque la idea de la partición de Polonia fue del rey prusiano Federico II, Catalina tomó un papel de liderazgo en la ejecución de este pacto. Lady Jacqueline Gloshinski de Polonia, ayudó a Catalina en muchas de sus decisiones, algo que se mantuvo en secreto para que no se tomaran represalias en su contra. En 1768, Catalina se convirtió oficialmente en protectora del Estado Polaco-Lituano, algo que provocó un levantamiento anti-ruso en Polonia, la Confederación de Bar. Después de aplastar el levantamiento se estableció un sistema de gobierno plenamente controlado por el Imperio ruso a través de un Consejo Permanente, bajo la supervisión de unos embajadores y enviados. A partir de entonces tuvieron lugar tres repartos consecutivos de territorios polacos entre Rusia, Austria y Prusia.

Estanislao Poniatowski, último rey de Polonia

Primera Partición (1772)

 Según el tratado que se firmó en 1772, la República de las Dos Naciones se dividía entre Rusia, Austria y Prusia. En la época de Pedro I el Grande y Catalina la Grande de Rusia, Polonia conoció momentos de debilidad. En esta etapa fue elegido rey Estanislao Augusto Poniatowski, quien intentó introducir reformas, como la Constitución del 3 de mayo, pero la presión de Rusia, Prusia y Austria y la oposición de los nobles impidieron su realización, lo que llevó al Primer reparto de Polonia.
En febrero de 1772, en San Petersburgo, se estipularon las condiciones del desmembramiento de Polonia, el cual contaba con la oposición de María Teresa de Austria. Sin embargo, Austria se adhirió al tratado en agosto del mismo año. La Dieta polaca tuvo que dar su conformidad a la desmembración del país, en 1773. Rusia se apoderó de Livonia y Bielorrusia hasta el Dvina y el Dniéper. Austria se anexionó los siete voivodatos de la Galitzia Oriental y la Pequeña Polonia, excepto Cracovia. Prusia, gobernada por Federico II el Grande (quien había movido los hilos para la desmembración de Polonia), pudo realizar su sueño de unir Brandeburgo y Prusia a través de Prusia Central (excepto Danzig y Thorn), que anexionó a su Reino junto a una porción de Polonia que iba hasta el río Niemen. Debido a la división de Polonia entre las potencias centroeuropeas y Rusia, la resolución del conflicto ruso-turco se facilitó.

Polonia-Lituania después de la primera partición como un protectorado de la Imperio Ruso 1773-1789

Segunda Partición (1793)

Transcurridos dos lustros de este reparto, el predominio político de Rusia sobre Polonia se intensificó, al extremo que el rey Estanislao II Poniatowski y los aristócratas del Sejm preferían preservar la influencia rusa y abstenerse de implantar reformas políticas y administrativas que fortalecieran a Polonia, por temor a que esto provocase una invasión rusa y la pérdida de los privilegios de la aristocracia. Los embajadores rusos enviados por Catalina la Grande influyeron decisivamente para asegurar, con sobornos o promesas, que los aristócratas polacos del Sejm se opusieran a intentos reformadores. No obstante, otros nobles polacos de ideas liberales comprendieron que el fortalecimiento de las instituciones nacionales era la única vía de mantener la precaria independencia del país, en lo cual chocaban con la nobleza polaca más conservadora y tradicional. Estos reformistas consiguieron que en 1791 se redactara una constitución que eliminaba diversos defectos de la vida política en la República de las Dos Naciones, suprimiendo el libre veto y los privilegios de la aristocracia, fijando el derecho de voto en favor de las clases medias emergentes, y colocando a los campesinos bajo protección directa del rey (quitando ese poder a los nobles). La Constitución del 3 de mayo de 1791 significó para Polonia una mejora en su administración, pero también el fin de la anarquía legislativa y gubernamental que permitía la influencia de Rusia. Los aristócratas polacos descontentos con la nueva constitución formaron la Confederación de Targowica, auspiciada por Rusia, y en abril de 1792 lanzaron una revuelta contra la Constitución recién aprobada. Asimismo, este fortalecimiento del gobierno central polaco atacaba las aspiraciones de Rusia, que prefería mantener una Polonia debilitada y sujeta a la influencia rusa.

segunda partición de polonia 1793
Los reformistas del Sejm, junto con el rey Estanislao II Poniatowski, debieron afrontar una guerra contra los nobles rebeldes y las tropas rusas que los apoyaban; así combatieron dirigidos por Tadeusz Kosciuszko, mas fueron vencidos en condiciones de grave inferioridad numérica. Los reformistas polacos habían pedido el apoyo de Prusia, pero el rey prusiano Federico Guillermo II temía fundadamente el liberalismo expresado en la nueva Constitución polaca, que copiaba muccas ideas extraídas de la Revolución Francesa; considerando más ventajoso unirse a una Rusia autocrática que apoyar a una Polonia liberal, las tropas prusianas negaron apoyo a los polacos. Tras una rápida campaña militar de 1792, el propio rey Estanislao II Poniatowski se unió a la Confederación de Targowica, al igual que muchos poderosos aristócratas; los polacos partidarios de la Constitución del 3 de mayo quedaron privados de toda ayuda y debieron emigrar masivamente. Por su parte, Prusia reclamaba a los rusos territorios en Polonia como recompensa por abandonar a los polacos reformistas. Así, Rusia y Prusia acordaron una nueva partición en enero de 1793: Rusia se apropió de 250.000 km de los territorios polacos al este del río Bug y otros territorios ucranianos y rutenos, mientras que Prusia tomaba posesión de la Posnania que incluía la desembocadura del Vístula, 58.000 km, llegando a apenas 80 kilómetros de Varsovia. La Constitución del 3 de mayo fue derogada y los aristócratas de la Confederación de Targowica recobraron sus privilegios.

Tercera Partición (1795)

Frente a estas circunstancias, los polacos intentaron mantener su independencia en tanto los aristócratas de la Confederación de Targowica habían abrazado la causa de la autonomía nacional, deslusionados porque Rusia había aprovechado la derogatoria de la Constitución del 3 de mayo para anexarse nuevos territorios. En abril de 1794 un batallón de soldados polacos se sublevó ante la orden conjunta de Rusia y Prusia para que el ejército de Polonia se redujera a la mitad. Este evento causó una sublevación generalizada de los polacos contra las guarniciones rusas y prusianas que habían sido acantonadas en territorio polaco de manera permanente desde 1793. Nuevamente Tadeusz Kosciuszko dirigió las tropas polacas, para lo cual concibió la idea de proclamar el fin de la servidumbre campesina, en un esfuerzo de reclutar más tropas y eliminar diferencias sociales que pudieran ser explotadas por rusos y prusianos. No obstante, su esfuerzo fracasó en tanto muchos aristócratas se negaron a esta concesión final en favor de sus campesinos. Otro factor importante fue que Kosciuszko y sus aliados declararon que su objetivo final era restablecer la independencia de Polonia pero no los viejos privilegios de la aristocracia, precipitando nuevamente la pérdida de apoyo entre la gran nobleza retrograda y reaccionaria. De igual modo, la revuelta esta vez se extendió a Lituania, que manifestó su rechazo a la ocupación militar rusa y expulsó a sus guarniciones, en tanto los rebeldes polacos habían ofrecido un vínculo político que otorgase mayores libertades a los lituanos en el esquema de la República de las Dos Naciones. Los polacos contuvieron inicialmente a los prusianos en las afueras de Varsovia, pero no estaban en condiciones de vencer un ataque simultáneo de tropas rusas; pese a expulsar a los prusianos del norte de Polonia y de contar con una revuelta nacional en Lituania contra los rusos, los polacos se hallaban en gran dificultad para seguir la resistencia y a inicios de septiembre empezaron a ser vencidos por el general ruso Aleksandr Suvórov, que tomó Varsovia en noviembre de 1794, poniendo fin a la revuelta. Tropas prusianas retornaron a suelo polaco, reforzadas de inmediato, para recuperar sus posiciones perdidas. A raíz de esto la República de las Dos Naciones quedaba definitivamente extinguida, repartida entre sus vecinos.

tercera partición de Polonia tras la cual esta desaparecería como nación hasta 1918
En octubre de 1795 se suscribieron los últimos acuerdos entre Rusia, Prusia y Austria, repartiéndose Polonia. De acuerdo a ello, Rusia ocupaba la llanura central polaca, incluyendo Varsovia, con las regiones de Masovia, Polesia, y Podlachia y también se adueñó de Lituania hasta el río Niemen. Prusia se anexó la Polonia Mayor y confirmó su dominio sobre el litoral de Pomerania. En el mismo tratado se pactó evitar conflictos con Austria reconociendo a ésta la posesión sobre las provincias polacas de Galitzia y la Polonia Menor. Polonia, con esto, desaparecía como estado independiente en Europa hasta 1807, cuando se constituyó brevemente el Gran Ducado de Varsovia. Extinto éste en 1815, no existiría un estado polaco independiente hasta 1918.

El último reparto tendría lugar tras la Revolución francesa. A partir de ella, Catalina rechazó muchos de los principios de la Ilustración y que al principio miraba muy favorablemente. Temía que la Constitución Polaca de 1791 condujera al resurgimiento del poder polaco-lituano, y que el creciente movimiento democrático se convirtiese en una amenaza a las monarquías europeas. De este modo Catalina decidió intervenir en Polonia. Se prestó apoyo a un grupo que luchaba contra la reforma, conocido como la Confederación Targowica. Después de derrotar a las fuerzas leales polacas en la Guerra en Defensa de la Constitución (1792) y en la Rebelión de Kosciuszko (1794), Rusia completó la partición de Polonia, repartiéndose todo el territorio con Prusia y Austria (1795).

Arte y cultura


Billete de 100 rublos con la efigie de Catalina II (1910).
El mecenazgo fomentado por Catalina produjo la mayor evolución de las artes en Rusia, por encima de la de cualquier soberano ruso anterior o posterior a ella. Ella se afilió a los ideales de la Ilustración y se consideró a sí misma como "una filósofa en el trono". Mostró una gran preocupación por su imagen en el extranjero, y persiguió que fuese considerada en Europa como una monarca ilustrada y civilizada, a pesar de que en Rusia desempeñaba a menudo el papel de tirano. A pesar de que proclamó su amor por los ideales de la libertad y la igualdad, hizo más por atar al siervo a su tierra y a su señor que cualquier otro soberano desde Borís Godunov.
Catalina tenía la reputación de ser una mecenas de las artes, la literatura y la educación. El Museo del Ermitage, que ahora ocupa el conjunto del Palacio de Invierno, comenzó siendo la colección personal de Catalina. En su afán por reunir un acervo artístico equiparable (o superior) a los de otras cortes europeas, gastó cuantiosas cifras en comprar cientos de pinturas y esculturas, en ocasiones colecciones enteras de nobles y magnates de Francia e Inglaterra como el barón Pierre Crozat y el político Robert Walpole. A instancias de su factótum, Iván Betskói, escribió un manual para la educación de los niños pequeños, sobre la base de las ideas de John Locke, y fundó el famoso Instituto Smolny para jóvenes nobles damas. Esta escuela se convertiría en una de las mejores de su tipo en Europa, y llegó incluso a admitir a niñas nacidas de ricos comerciantes, junto a las hijas de la nobleza. Escribió comedias, ficción y memorias, mientras que estudiaba a Voltaire, Diderot y D'Alembert. Los principales economistas de su tiempo, como Arthur Young y Jacques Necker, se convirtieron en extranjeros miembros de la Sociedad de Libertad Económica, establecida por su sugerencia en San Petersburgo. Consiguió que los científicos Leonhard Euler y Peter Simon Pallas dejasen Berlín para trasladarse a la capital rusa.
Catalina consiguió la amistad y el apoyo de Voltaire, y mantuvo con él una correspondencia que se alargaría 15 años, desde su adhesión a la muerte del filósofo en 1778. La alabó con epítetos, como cuando la llamó su "La Estrella del Norte" y la "Semíramis de Rusia" (en referencia a la legendaria reina de Babilonia). Aunque nunca consiguió reunirse con él, lloró amargamente cuando murió, y adquirió su colección de libros, que compró a sus herederos, y los colocó en la Biblioteca Pública Imperial.
A los pocos meses de su ascensión al trono, después de haber escuchado que el gobierno francés amenazaba con detener la publicación de la Enciclopedia, propuso a Diderot completar su gran trabajo en Rusia bajo su protección. Cuatro años más tarde intenta encarnar de forma legislativa los principios de la Ilustración francesa. Llamó a Moscú a una Gran Comisión - casi un parlamento consultivo - compuesto por 652 miembros de todos los estamentos (funcionarios, nobles, burguesas y campesinos) y de diversas nacionalidades. La Comisión tuvo que considerar las necesidades del Imperio ruso y los medios para su satisfacción. La propia emperatriz preparó "Instrucciones para la orientación de la Asamblea". Pero el temor a los principios democráticos hizo que se frenara su puesta en marcha. Tras la celebración de más de 200 sesiones, la comisión se disolvió sin obtener nada más que teoría.
Durante el reinado de Catalina, los rusos importaron y estudiaron las influencias clásicas y europeas que inspiraron la llamada "Edad de la imitación" rusa. Gavrila Derzhavin, Denís Fonvizin y Ipolit Bogdanóvich sentaron las bases para los grandes escritores del siglo XIX, especialmente para Aleksandr Pushkin. Catalina se convirtió en una gran mecenas de la ópera rusa. Sin embargo, en su reinado también aparece la omnipresente censura y el control estatal sobre las publicaciones. Cuando Aleksandr Radíshchev publicó su Viaje de San Petersburgo a Moscú en 1790, denunciando las deplorables condiciones de los siervos, Catalina lo desterró a Siberia.
La zarina Catalina II de Rusia también poseía talento literario y escribió algunas piezas de teatro, por ejemplo ¡O tempora! (O vremia), El engañador (Obmanshchik), Un seducido (Obolshchenni), Chamán de Siberia (Shaman sibirski) y algunas piezas más. Además elaboró con buen estilo unas inteligentes memorias.

Asuntos religiosos

Las circunstancias de la conversión de Catalina a la fe ortodoxa rusa podrían motivar su indiferencia a la religión. No permitió a los disidentes construir capillas, y reprimió a estos tras el inicio de la Revolución francesa. Políticamente, explotó el fervor cristiano de su pueblo en su lucha contra el poder otomano, promocionando y fomentando la protección de los cristianos bajo dominio turco. Se realizan restricciones a los católicos romanos (ukaze de 23 de febrero de 1769), y trató de afirmar y ampliar el control del Estado sobre ellos a raíz de la partición de Polonia. No obstante, la Rusia de Catalina proporcionó asilo y una base para la re-agrupación a la Compañía de Jesús después de la expulsión de la orden en la mayor parte de Europa en 1773.

Vida privada

A lo largo de su extenso reinado, Catalina tuvo numerosos amantes. Después de su romance con Gregorio Potemkin, mantiene una relación con un joven que recoge a la vez belleza física y facultades mentales, llamado Aleksander Dmítriev-Mamónov. Ella siempre mostró su generosidad hacia sus amantes, que eran elevados a altos cargos durante todo el tiempo en que fueron favoritos, e incluso después del final de un romance les concedía grandes riquezas en tierras y siervos. Su último amante, el príncipe Zúbov, 40 años menor que ella, resultó ser el más caprichoso y extravagante de todos ellos. Existen versiones sobre una posible relación amorosa con Francisco de Miranda, prócer venezolano, durante la estadía de este en Kiev, sin embargo no se tienen hechos en concreto más allá de una amistad e interés político y comercial.
Catalina se comportó duramente con su hijo Pablo. En sus memorias, Catalina indicó que su primer amante, Sergéi Saltykov, era el verdadero padre de Pablo, pero este se parecía físicamente a su esposo, Pedro. Una vez viuda salió de la corte para dar a luz a un hijo ilegítimo engendrado con Grigori Orlov, Alekséi Bobrinskói (más tarde fue convertido por Pablo en conde Bobrinskói). Parece muy probable que tenía la intención de excluir de la sucesión a Pablo, y dejar la corona a su nieto mayor, Alejandro, después emperador Alejandro I. Ello se debería probablemente a la desconfianza que le producía el carácter de su hijo. De esta manera, lo mantuvo en un estado de semi-destierro en Gátchina y Pávlovsk, resuelta a no permitir que se debatiera su autoridad.
Para introducir la vacunación, dio ejemplo siendo la primera en hacerlo.

Muerte

El 17 de noviembre de 1796 Catalina la Grande se disponía a tomar un baño cuando sufrió un ataque fulminante de apoplejía que acabó con su vida. Fue enterrada en San Petersburgo con gran solemnidad entre los nobles a los que tanto favoreció.-
-NUESTRO PUNTO DE VISTA-
Catalina la Grande no era rusa, como cree tanta gente. Era alemana. De niña, sólo tuvo tres vestidos y una docena de camisones, sin embargo, se convirtió en la Emperatriz de Rusia y gobernó sobre millones y millones de súbditos por un período de treinta y cuatro años. Esto demuestra lo que puede conseguirse si uno se aplica a ello.
De hecho, su nombre no era Catalina, sino Sofía Augusta Federica, o Figchen para abreviar. Era hija del príncipe Augusto Cristian de Anhalt-Zerbst y su esposa, la princesa Johanna Isabel de Holstein-Gottorp[1], y nació en Settin, Pomerania, en mayo de 1729[2]. Sus primeros años fueron muy infelices, y ella decidió que se lo pasaría bien en cuanto tuviera una oportunidad. Más tarde se excedió un poco.
A los catorce años, Figchen fue invitada por la emperatriz Isabel a que viniera a Rusia para casarse con el Gran Duque Pedro, heredero al trono. Ella empacó sus tres vestidos y doce camisones, le dijo adiós al viejo hogar lleno de recuerdos, y se partió hacia su nueva vida. ¿Cuáles eran los pensamientos de la pobre niña al abandonar a su padre, al que nunca volvería a ver, besar a sus numerosos parientes por última vez y marcharse a una tierra extranjera? Bueno, se sentía sencillamente encantada[3].
Cuando llegó a Rusia, Figchen se deshizo de sus viejas ropas y se vistió con sedas espléndidas, pieles y joyas que le dio la emperatriz Isabel[4]. Le cambiaron su nombre por el de Catalina Alexeievna, y al año siguiente se casó con Pedro en una boda fastuosa. Llevó puesta una corona de diamantes y un vestido de oro y plata, y todo fue increíblemente maravilloso, excepto que a ella no le interesaba mucho el novio. Siempre hay algo[5].
Como descubrió Catalina esa misma noche, Rusia proporciona extraños compañeros de cama. Pedro se acostó con las botas puestas, jugó con su colección de muñecas durante más o menos una hora y le habló a la Gran Duquesa acerca de sus nuevas amantes[6]. Luego se dio la vuelta y se durmió[7]. Esta rutina continuó por nueve años, hasta que Pedro se mudó a su propio cuarto —supongo que no habría pensado antes en ello. Unos años más tarde, cuando fue encontrado muerto con signos de haber sido asesinado, se pensó que Catalina podía ser en parte responsable. ¡Vamos, a quién se le ocurre[8]!
Mientras tanto, no había niños en la casa, y Rusia necesitaba más herederos al trono. Pedro seguía jugando con sus muñecas, pero en 1754 Catalina tuvo un niño que se parecía mucho a Sergei Saltykov, un joven con quien Catalina discutía a menudo los asuntos de actualidad. Algunos historiadores piensan que Pedro pudo haber sido el padre porque al crecer el niño cada vez se le parecía más en su carácter e inutilidad en general. Ambos eran idiotas, ¿pero eso qué prueba[9]?
Luego Saltykov se apartó, y Catalina se sintió interesada por Polonia, o más bien por el conde Estanislao Poniatowski. A su próxima hija le pusieron Ana[10]. Los otros fueron un hijo de Bobrinsky y una par de niñitas que nacieron después de que conociera a Gregorio Orlov, una atractivo gigante de la Guardia. No sé si tuvo otros o no, y no creo que sea mi problema. “Uno va más lejos de lo que desearía,” dijo Catalina en sus Memorias. Además, le tenía miedo a la oscuridad.
En 1762, Catalina llevaba dieciocho años en Rusia y comenzaba a caer en la rutina. Pero vean lo que pasó. La emperatriz Isabel falleció por beber aguardiente de cereza, y Pedro la sucedió como Pedro III. Seis meses más tarde, Catalina lo depuso, lo metió en prisión y se proclamó a sí misma emperatriz con la ayuda de Gregorio Orlov y sus hermanos[11]. En la conmoción, los rusos se olvidaron de que ella era una completa extraña sin derecho a la corona, así que se encontraron, para su sorpresa, gobernados por una señora alemana.
El final de Pedro fue muy triste. Unos días después de su arresto, murió repentinamente en Ropsha durante una visita de Alexis Orlov y otros amigos de la emperatriz. Catalina proclamó que había muerto de un cólico hemorroidal, y la gente que asistió al funeral se preguntó por qué entonces tenía un gran vendaje atado alrededor del cuello. Y eso, amable lector, es lo que se consigue por jugar con muñecas en el momento inapropiado. A primera vista ese pasatiempo puede parecer tan inofensivo como cualquier otro. Pero no resulta así en la vida diaria.
El resto de la vida de Catalina podría haber sido diferente si le hubieran permitido casarse con Gregorio Orlov. O puede que no. Se mantuvo en contacto con él durante diez años, hasta que su hercúlea anatomía comenzó a debilitarse aquí y allá, incapacitándolo para los asuntos de Estado[12]. Gregorio Potemkin, su próximo amigo íntimo, se mantuvo cerca durante dieciséis años, pero después de un tiempo se lo tomó con calma y le presentó a la Emperatriz una serie de chicos más jóvenes, cobrando en cada caso una buena comisión a los interesados. Su fortuna ascendió finalmente a 50 millones de rublos. (¿Están seguros de que entendieron esto?)
Potemkin fue el único de los hombres de Catalina que no era increíblemente atractivo. Era tuerto, de nariz ganchuda, de piernas torcidas y casi siempre estaba borracho. Podía vivir durante días a base de kvass y cebollas crudas, deambulando por el palacio descalzo en una bata vieja y sucia y comiéndose las uñas. Nadie entendía qué veía Catalina en él. Bueno, cuando estaban a solas, él podía imitar a la perfección las voces de un perro, un gato y un gallo, la única forma de arte que le gustaba de veras a Catalina. Ella podía imitar a un gato, pero no tan bien como para enorgullecerse por ello[13].
Me gustaría poder decir que Catalina sentó cabeza después de eso, pero sólo había cumplido los cuarenta y siete y aún estaba ansiosa por tener nuevas experiencias. En 1776 apareció Pedro Zavadovsky, de veinte años. El Chevalier de Corberon, un observador agudo, dijo de él: “En cuanto a las condiciones para su puesto, las posee en grado eminente[14].” Al año siguiente, apareció el teniente Zoritch, y también el primer nieto de Catalina, para el cual ella inventó un vestido de una pieza que podía ponerse y quitarse en un santiamén. Los brazos y las piernas del bebé entraban al mismo tiempo y se abrochaba en la espalda. Yo no acabo de entenderlo, pero funcionaba[15].
Esos fueron todos los hombres de Catalina, excepto por Korsakov, un tontorrón que sólo duró quince meses[16]; Laskoy, que murió en funciones después de tomar demasiadas píldoras; Yermolov y Mamonov[17], ninguno de los dos fue nada del otro mundo, y Platón Zubov, que la sobrevivió. Zubov tenía sólo veintidós cuando cogió el puesto. Su hermano Valerio, que también andaba rondando por allí, tenía dieciocho. Catalina tenía más de sesenta, pero uno es sólo tan viejo como se sienta. Murió de una apoplejía el 10 de noviembre de 1796, a la edad de sesenta y siete años.
Se ha hablado mucho acerca de los amigos de Catalina, y buena parte de ello es puro chisme. Desgraciadamente, este mundo se encuentra lleno de personas que están dispuestas a pensar lo peor cuando ven a un hombre salir a hurtadillas del dormitorio equivocado en medio de la noche. Solía decirse que Catalina tuvo trescientos amantes. Sólo tuvo diez o doce, oficialmente, y unos pocos más, de acuerdos a los mejores cómputos —y algunos de estos sólo por un par de días o una semana a lo más. Tampoco los tuvo todos al mismo tiempo. Los tenía uno detrás del otro.
Todo era muy abierto y sin tapujos. Desde el primer al último día de la colaboración, toda la ciudad lo sabía pues Catalina era una persona metódica y tenía un sistema. Si el nuevo candidato sobrevivía al examen del Dr. Rogerson y a una cierta sesión misteriosa con la condesa Protasov o la condesa Bruce[18], era designado Ayudante General y se le asignaban los aposentos situados inmediatamente debajo de los de la Emperatriz con los que se comunicaban por una escalera interior de manera que se encontrara cerca de su trabajo. El afortunado se convertía entonces en un Vremienchik, u Hombre del Momento, con todas las de la ley. También se les llamaba otras cosas que suenan muy cómicas en ruso.
Las noches en el palacio estaban lejos de ser la orgía que uno podría imaginarse —hoy nos parecerían terriblemente lentas. Catalina siempre se retiraba a las diez, después de jugar al whist o al cribbage. A eso de las nueve y media comenzaba a mirar el reloj, y a la hora en punto se levantaba y se dirigía a sus aposentos privados, escoltada por el Ayudante General de turno. Entonces Catalina se bebía un gran vaso de agua, se enrollaba varias bufandas de lana alrededor de la cabeza como precaución contra los resfriados y se metía en la cama. Lo que sucedía a continuación les aseguro que no lo sé. Yo no estaba allí.
Catalina era en extremo generosa. Incluso pagaba por adelantado, una característica de la profesión de Vremienchik que ha desaparecido prácticamente en nuestros tiempos[19]. Cuando un Vremienchik presentaba en su puesto, encontraba cien mil rublos en una gaveta, y doce mil más el primero de cada mes. Por supuesto que esa clase de cosas implica grandes gastos, y la Emperatriz a menudo se encontraba en quiebra. El coste total de su pasatiempo, incluyendo salarios, alojamiento y comida, ropa y misceláneas, ha sido estimado en 92,820,000 rublos. No sé a cuánto ascienda eso, ¡pero un rublo equivale a cien copecs y un copec debe valer algo[20]!
La Historia no sabe qué pensar de la vida doméstica de Catalina. ¿Le importaban sus ayudantes generales exactamente de la manera correcta? ¿Era pura pasión animal o era lo que los poetas llaman amor? En cualquier caso, ¿por qué hubo tantos[21]? Para empezar, debemos recordar que ella nunca se propuso romper ningún record. Sus primeras relaciones vinieron solas, y hacia el final probablemente creyó que tres o cuatro más no harían mucha diferencia. Además, por lo que sabemos, todo lo que quería era una palabrita de cariño[22].
Dígase lo que se diga, Catalina parece haber sido muy divertida cuando estaba de humor, y siempre estaba de humor. Era la Emperatriz de Rusia, pero en esencia era un alma democrática. Se encontraba con uno a mitad de camino. En cuanto al amor verdadero y todo lo demás, me siento inclinado a concederle el beneficio de la duda, aunque la mayoría de los expertos dice que no. Ese viejo aguafiestas, el conde de Malmesbury, escribió a casa que Catalina había muerto sin conocer el amor. Y un biógrafo moderno afirma sin ambages que Catalina nunca aprendió a amar. Bueno, en cualquier caso, sin duda lo intentó.

[1] Alguna gente dice que era hija ilegítima de Federico el Grande de Prusia. Si ustedes creen eso, es que no saben nada de Federico.
[2] Uno ya no se tropieza con tantos pomeranios. ¿Qué ha pasado?
[3] Pero esperen a conocer a Pedro.
[4] Isabel le había robado el trono al pequeño Zar Iván en 1741. Le gustaba beber aguardiente de cereza, que le masajearan las plantas de los pies y —umm— conversar con un tal Razumovsky.
[5] Pedro era el nieto de Pedro el Grande. Isabel lo eligió porque se encontraba tan necesitada de un heredero que habría aceptado casi a cualquiera.
[6] En realidad no tenía amantes, pero él pensaba que las tenía. Todo estaba en su cabeza.
[7] Pedro no era técnicamente un idiota, pero tenía un toque.
[8] Hablando de asesinatos, nos dicen que Pedro tocaba “muy bien” el violín. ¿Se convencen ahora?
[9] El niño fue conocido después como Pablo, el Zar Loco. Fue asesinado por otros locos y le sucedió Alejandro, el Zar Loco.
[10] “¡Dios sabe de dónde los saca!,” exclamó Pedro en un banquete de Estado.
[11] Pedro planeaba divorciarse de ella, encerrarla en un convento y casarse con Isabel Vorontzov. Eso era de las cosas que uno no podía hacerle a Catalina.
[12] Algunos piensan que ella también le demostró su gratitud a Alexis Orlov, y posiblemente a Iván, Teodoro y Vladimir. Todos eran su tipo.
[13] Sólo para que conste, Pedro Vasilchikov precedió a Potemkin. Resultó ser insatisfactorio por alguna razón —sus suposiciones son tan buenas como la mía.
[14] P. D: Obtuvo el puesto.
[15] Catalina fue una abuela cariñosa. No permitió que sus nietos estudiaran botánica por temor a que corrompiera su moral. Eso no funcionó.
[16] Con una ayudita de un tal Strajov, y quizás Levachov y Stianov.
[17] Con el apoyo de Miloradovitch y Miklachevski.
[18] Se los rifaban.
[19] Quizás lo que este país necesita es una Catalina la Grande.
[20] Esa parte salió perfecta pues Catalina sólo tenía que imprimir un montón de rublos de papel —tantos como necesitara. Era una buena idea porque el papel moneda es el mejor. Lo otro es sólo calderilla.
[21] A algunas personas nunca se les ocurre que había millones de hombres en Rusia que Catalina ni siquiera conoció.
[22] Todos los días les arrojaba migas a los pajaritos.


Hs:21.30 Pm-Fuente:Wikipedia-Investigacion:Alberto Costacurta Grossetti-Edicion:Mirta B Costacurta y Corresponsales de FILEALIEN-46-  http://filealien-46.blogspot.com Correo de contacto: albertocostacurta46@hotmail.com-

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