sábado, 24 de julio de 2010

-SONDAS VENERA-Años 1961 a 1983-

-SONDAS VENERA-DESTINO:VENUS-



-ESPECTACULAR IMAGEN DEL PLANETA VENUS-

-SONDA SOVIETICA VENERA-ESTUDIO Y EXPLORACION DE VENUS-
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-Pese a su color azul brillante y sereno, es un infierno de gases ardientes y plomo fundido... como quizá adivinaran los antiguos.

Y también el primer planeta en ser explorado por naves espaciales humanas; pero, en el helor de la Guerra Fría, esta hazaña fue prácticamente ignorada en Occidente.

Venus es nuestra compañera más próxima, más antigua y más fiel; y, quizá por ello, ciertamente inquietante.

Hablemos de ella, de aquella vez en que viajamos hasta ella, y de cómo podríamos quedarnos algún tiempo allí.

Pues Venus es, en estos momentos, el primer lugar que podríamos remotamente habitar. Aunque no lo parezca.
La gente de Ciencias Planetarias acostumbra a llamar a Venus "la hermana de la Tierra", porque es muy parecida: tiene 6.052 km de diámetro medio (la Tierra, 6.371), una gravedad ecuatorial media de 8,87 ms-2 (la Tierra, 9,78) y una composición química y geológica similar.

Su rotación, en cambio, es muy lenta: da una vuelta sobre sí misma (un día sidéreo) cada 243 días terrestres; el día solar aparente, en cambio, es de 116,75 días terrestres.

Su año, es decir el tiempo que tarda en dar una vuelta alrededor del sol, asciende a 224 días terrestres.

Se sospecha que Venus y Tierra pueden tener alguna clase de blocaje de marea como el que hace que siempre veamos la misma cara de la Luna: el intervalo medio entre puntos de máxima aproximación es de prácticamente cinco días solares venusianos exactos: 584 jornadas terrestres.

Venus sufrió hace mucho tiempo la "catástrofe del carbono": desprovista de medios para fijar el carbono en su superficie o en seres vivos, éste provocó un calentamiento global masivo.

El CO2 representa del 90 al 95% de la composición de la atmósfera venusiana.

Por ello, su temperatura media en superficie es de 462 ºC, suficiente para fundir el plomo.

La densidad del carbono hace que la presión en superficie sea enorme: 90 atmósferas, como a 900 metros de profundidad bajo el mar.

Un mar de plomo fundido, con vientos a más de 300 km/h-
Venus está barrida por violentas tormentas eléctricas, sin lluvia alguna.

Su corteza es reciente (unos 500 millones de años), pero muy gruesa, y por eso se cree que no presenta tectónica de placas.

Venus carece de lunas en la actualidad, aunque quizá las tuviera en el pasado.

Sólo un minúsculo asteroide le acompaña a guisa de satélite.

Aunque muchas gentes han estudiado a Venus, los científicos rusos siempre tuvieron un interés especial.

Lomosonov, por ejemplo, fue el primero en observar que tenía alguna clase de atmósfera, ya en 1761.

Este interés fue heredado por la Unión Soviética, y su programa espacial interplanetario se concentró en dirigirse a Venus en primer lugar.

Los Estados Unidos, con posterioridad, apostarían por Marte.

El 12 de febrero de 1961, dos meses justos antes de lanzar a Gagarin, la sonda Venera-1 partió hacia "la hermana de la Tierra".

Lamentablemente, sufrió una avería a dos millones de kilómetros de distancia, y se perdió.

Igual destino padeció el Mariner-1 norteamericano, de 1962. El Mariner-2, en cambio, logró pasar cerca y tomar algunas mediciones, estableciendo que carece de campo magnético propio.

Entonces, los soviéticos se emplearon a fondo.

Llamaron al Diseñador Jefe, y el Diseñador Jefe mandó; "esto sí, esto no, así se va a otro mundo, pequeños; aprended y maravilláos".

Comenzaba el primer gran programa de exploración interplanetaria emprendido jamás por la especie humana: el programa Venera.

El 16 de noviembre de 1965, a las 04:19, despegaba del Cosmódromo de Baikonur la sonda Venera-3.

Se trataba del primer intento de la especie humana por alcanzar verdaderamente la superficie de otro planeta, con una colisión programada.

Aunque sufriría un fallo de las comunicaciones durante su viaje de cuatro meses, lo logró: se estrelló en la zona de penumbra entre el día y la noche de Venus, el 1 de marzo de 1966.

Por primera vez, una máquina fabricada por la especie humana había llegado a otro mundo.

Animados por este éxito, el 12 de junio de 1967 lanzaron la Venera-4.

Venera-4 era una nave ya mucho más sofisticada, cuya misión era penetrar en la atmósfera de Venus para obtener una amplia cantidad de datos científicos sobre la misma, y terminar tomando tierra en la superficie de manera controlada.

Esta vez no se produjeron fallos, y Venera-4 entró en la atmósfera de Venus el 18 de octubre de 1967.

Frenó con retrocohetes, desplegó un paracaídas y lanzó un montón de equipos científicos: dos termómetros, un barómetro, un radioaltímetro, un medidor de densidad atmosférica, once analizadores espectroscópicos de gases, y dos radiotransmisores para enlazar con la Tierra.

El cuerpo principal de la nave, a su vez, llevaba un magnetómetro, varios detectores de rayos cósmicos, espectrómetros Lyman de fase alfa y detectores de viento solar.

Todos estos equipos transmitieron sus datos hasta que Venera-4 llegó a unos 25 km de altitud.

Se cree que la nave se posó suavemente sobre la superficie unos minutos después, aunque ya destruída.

Las Veneras 5 y 6 repitieron el éxito de la Venera 4, con mayores y mejores instrumentos.

Sin embargo, la extraordinaria presión destruía los equipos mucho antes de alcanzar la superficie.

La última medición de Venera-4, a 25 kilómetros de altitud, fue de 18 atmósferas: la misma que hay a 180 metros bajo el agua.

Venera-5 y -6 reforzaron esta idea a principios de 1969: se estimó que la presión en superficie debía estar entre 75 y 100 atmósferas.

La misma que hay a 1.000 metros de profundidad.

Había que crear una especie de submarino o batiscafo interplanetario para llegar con bien a la superficie. Un enorme desafío para la época, e incluso hoy en día.
Y construyeron la Venera-7.

Venera-7 era una sonda interplanetaria con una cápsula de aterrizaje de 500 kg llena de instrumental científico y equipos de refrigeración.

Se lanzó desde Baikonur con un cohete Molniya modificado el 17 de agosto de 1970, apenas once meses después del histórico vuelo norteamericano tripulado a la Luna.

Su misión era convertirse en la primera nave capaz de llegar con bien a la superficie de otro mundo, uno donde la presión y el calor son capaces de destruir cualquier cosa en pocos segundos, con vientos peores que los del peor huracán terrestre.

Y contarnos lo que veían sus ojos desde allí.

Baikonur, aquí Venera-7, desde el lucero del alba.

Era la madrugada del 15 de diciembre de 1970 en Greenwich de Tierra cuando el submarino interplanetario Venera-7 penetró en la violenta atmósfera de Venus, Hésperus, Lucifer.

Sus paracaídas y retrocohetes se dispararon, y comenzó a transmitir datos como sus antecesoras hundiéndose desde el helor cósmico hacia las nubes inmensas de carbono y ácido sulfúrico, entre los gigantescos relámpagos, hacia el abismo tenebroso y abrasador.

Conforme se aproximaba a la barrera de los 15 kilómetros de altitud, el nerviosismo se apoderó de sus controladores en Baikonur y Moscú.

Esperaban que colapsara en cualquier momento debido a la presión, que ardiera por cualquier minúsculo defecto de aislamiento, o que alguno de esos vientos de 300 km/h se la llevase sin más.

Pero Venera-7 se hundió y se hundió y se hundió en la atmósfera de Venus sin dejar de transmitir.

Y a las 05:34 y diez segundos en Greenwich de Tierra, se posó con dureza sobre la superficie árida, ácida y ardiente barrida por vientos alienígenas.

Se encontraba 5º bajo el ecuador, al sur de la Planicie de Ginebra, cerca de Safo de Venus (5º S, 351º E).

Estableció que la temperatura era de 475ºC, y la presión, de 90 atmósferas: como a 920 metros de profundidad en un mar de plomo fundido.
Transmitió durante 35 minutos, y luego durante 23 más con una señal débil.

Después, murió.

Su misión estaba cumplida con creces.

Se había logrado el primer aterrizaje con bien de una nave interplanetaria en otro mundo, obteniendo en el proceso valiosísimos datos científicos.

Venera-8 repetiría la hazaña diecinueve meses después, ya en mejores condiciones: 50 minutos enteros emitiendo desde la superficie con instrumentos mucho más sofisticados, en julio de 1972.

Bajo sus pies, en un lugar llamado Navka al noroeste de Alpha Regio (10º S, 335º E), detectó suelo granítico de tipo continental.

Sus fotómetros determinaron que la luz era rojiza pero suficiente para enviar cámaras: parecida a la de un atardecer terrestre.

Naves interplanetarias a tutiplén.

Los cosmonáuticos soviéticos habían mordido en firme, y no iban a soltar el bocado.

Puede que los norteamericanos les hubieran ganado una mano con el viaje tripulado a la Luna, y ahora se estuvieran animando con los preparativos para un par de naves a Marte, el de atmósfera tan tenue que no puede contener el agua superficial.

Pero el vuelo interplanetario era tan suyo como las estaciones espaciales, y el infernal Venus, su coto de caza particular.

El 8 y 14 de junio de 1975, dos cohetes Protón de impulsores múltiples despegaron desde la posición 81 de Baikonur.

A bordo viajaban sendas naves interplanetarias automáticas de casi cinco toneladas cada una, llamadas Venera-9 y -10.

Estaban compuesta de dos partes: un orbitador y un aterrizador pesado.

De nuevo, su destino se hallaba a cuarenta y dos millones de kilómetros: Venus.

Ciento tres días después, poco después de separarse del orbitador, Venera-9 entraba en órbita alrededor del lucero del alba; así, se convirtió en nuestro primer satélite artificial de otro mundo.

Hechas las comprobaciones pertinentes, el 22 de octubre se cursaba desde el Centro de Control de Moscú la orden para iniciar el descenso.

El aterrizador fuertemente acorazado y refrigerado, de 2.015 kg, comenzó a caer hacia las densas nubes ácidas, manteniendo en todo momento contacto con el orbitador; éste retransmitía sus datos en dirección a la Tierra, superando así las inciertas comunicaciones de misiones anteriores.
El aterrizador, provisto con veintiséis sofisticados instrumentos científicos y dos cámaras (en luz visible y ultravioleta), aplicó sus paracaídas y retrocohetes para moderar la caída.

Durante el descenso, midió inmensas nubes de cuarenta kilómetros de grosor, determinando que estaban compuestas por dióxido de carbono, ácido sulfúrico, ácido fluorhídrico y clorhídrico, bromo y yodo.

Tras superarlas, a treinta kilómetros de altitud, prosiguió la caída hacia la superficie infernal.

Eran las 08:13 en Moscú de Tierra cuando el aterrizador disparó un airbag y un colchón de gas para amortiguar el golpe, posándose suavemente cerca del Monte Rea (32º N, 291º E).

Entonces, los ojos electrónicos de Venera-9 se abrieron y transmitieron a la humanidad las primeras imágenes de otro mundo: una ladera de rocas planas y duras, presentando pocos signos de erosión, con muy poca arena.

Mientras tanto, una sonda analizaba el suelo a toda velocidad, emitiendo también sus resultados en tiempo real a través del orbitador.

Sólo disponían de 53 minutos antes de que el orbitador quedara fuera de posición y ya no pudieran retransmitir los datos.

Estaban a 485 ºC y 90 atmósferas.

Pudieron registrar una panorámica de 174º de ángulo y determinar la composición de la materia a sus pies (¡hablamos de 1975!).

Después, el orbitador marchó y Venera-9 se apagó.

Los escudos soviéticos que transportaba quedaron brillando al tenue sol anaranjado, un sol extraterrestre.

Facsímil de uno de los escudos de la Venera-11; todas ellas, lógicamente, llevaban emblemas soviéticos a bordo en metales resistentes a la corrosión, que siguen y seguirán allí por mucho tiempo.
Su gemela Venera-10 repetiría la operación apenas tres días después, a 2.200 km. de allí, en Beta Regio, al sudeste del Monte Tea (16º N, 291º E).

Venera-9 había quedado sobre una superficie ladeada unos 30º, por lo que el alcance de sus cámaras estuvo limitado a pocos metros, pero Venera-10 se hallaba sobre una roca plana con puntos negros.

A su alrededor, un inmenso desierto alienígena.

Bajo sus pies, a 462 ºC y 92 atmósferas, basalto.

Pudo transmitir datos a su orbitador durante 65 minutos antes de morir.

Los orbitadores siguieron analizando las capas exteriores de la atmósfera desde el espacio, durante varias semanas.

Primeras imágenes de otro planeta, Venus, obtenidas por las naves Venera-9 (BEHEPA-9) y Venera-10 (BEHEPA-10).
En agosto de 1978, la Pioneer Venus norteamericana llegó también a la órbita de Venus, lanzando cuatro sondas atmosféricas.

Sólo una de ellas sobrevivió hasta alcanzar la superficie, transmitiendo datos químicos durante una hora.

Estas eran sondas muy pequeñitas, con sólo un instrumento, por lo que la información no resultó muy valiosa.

En cambio, el orbitador –provisto con un radar y otros instrumentos– obtuvo buenos datos de la atmósfera exterior y levantó un mapa preliminar de Venus a baja resolución.

Un mes después, otro nuevo par de naves interplanetarias soviéticas –Venera-11 y -12– lo intentaron con instrumentos aún más sofisticados, establecidas a lo largo de la Depresión de Devana (Devana Chasma, 14º S 299º E y 7º S 294º E).

Debido a diversos problemas durante el descenso que inutilizaron algunos instrumentos, sólo pudo considerarse esta misión como un éxito parcial.

Para arreglarlo, en 1982, Venera-13 y -14 llegaban con completos laboratorios geológicos y atmosféricos, además de cámaras más avanzadas, e incluso globos sonda para realizar mediciones meteorológicas complejas.

Estas eran ya naves muy modernas, más pequeñas debido a los progresos en la miniaturización, pero enormemente más complejas y sofisticadas.

Venera-13 aterrizó majestuosamente al este de la Región de Febe (7,5º S, 303 º E) el 1 de marzo de 1982.

Sus cámaras empezaron a obtener rápidamente imágenes a color, mientras los globos meteorológicos salían lanzados al cielo anaranjado y las perforadoras obtenían muestras a toda velocidad para los espectrómetros de rayos gamma y X y los cromatógrafos de gases.

Los seismómetros tomaban datos sobre posibles terremotos y volcanes, los nefelómetros y densímetros estudiaban la atmósfera, los reactivos químicos analizaban todas las muestras en el laboratorio automático miniaturizado.

A lo largo de 127 minutos (una hora y media más de lo esperado), Venera-13 realizó para la humanidad el estudio más profundo de la historia sobre un mundo distinto al nuestro, de incalculable valor para las ciencias planetarias comparadas, y nos enseñó qué es lo que nos espera si algún día decidiéramos ir allí.
La temperatura exterior era de 457 ºC; la presión, 84 atmósferas terrestres.

La zona estaba compuesta por afloramientos de roca madre rodeada de tierra oscura, de grano fino.

El espectrómetro de fluorescencia por rayos X ubicó la composición del suelo en la categoría de gabroides melanocratas débilmente alcalinos.

Las imágenes en color fueron espectaculares.

Y muchas más cosas...

Venera-14 aterrizó cuatro días después, a 950 km de allí (13,25 S, 310 E).

Por pura mala pata, al desprenderse la protección de una de las cámaras fue a parar justo debajo de una de las taladradoras de subsuelo, impidiendo la perforación.

Así, la capacidad de análisis de la nave quedó reducida, pero no eliminada.

En este caso, se pudo determinar que el suelo estaba compuesto por basalto toleitico similar al que se puede hallar en la corteza oceánica terrestre.

Operó a 465 ºC y 94 atmósferas terrestres durante 57 minutos (25 sobre las especificaciones de diseño) antes de apagarse.

Los orbitadores de ambas, que habían estado retransmitiendo toda esta información a la Tierra, siguieron estudiando la atmósfera de Venus durante otras cuantas semanas más.

Aún no les pareció bastante.

En 1983 despegaban Venera-15 y Venera-16.

En esta ocasión no viajaban a la superficie, pues todo lo que podía estudiarse allí en esos momentos había sido cumplidamente satisfecho con -9, -10, -13 y -14.

En vez de eso transportaban grandes radares Polyus de apertura sintética, así como espectrómetros infrarrojos, detectores de rayos cósmicos y sensores plasmáticos solares.

El propósito era levantar mapas detallados de una cuarta parte de la superficie de Venus, menos detallados del 75% restante, y realizar un análisis profundo del viento solar circundante y otros condicionantes que pudieran afectar al vuelo espacial en las cercanías.

Se establecieron en órbitas polares y trabajaron incansablemente durante los siguientes ocho meses, cumpliendo también su misión con éxito.

En 1985, las sondas de sistema solar Vega-1 y Vega-2 –basadas en el diseño de Venera-10– también lanzaron aterrizadores a Venus durante su viaje al cometa Halley, aprovechando que les pillaba de paso.

El aterrizador de Vega-1 falló debido a una mala conexión durante el descenso (se activó demasiado pronto); aunque pudo posarse con bien, había quedado inutilizado.

El de Vega-2, en cambio, tomó tierra con éxito en el extremo oriental de Terra Afrodita (8,5º S, 164,5º E), lanzó globos meteorológicos y transmitió datos durante 56 minutos a 463 ºC y 91 atmósferas.

El suelo allí resultó ser de anortosita-troctolita.

En esos momentos, la Unión Soviética estaba concentrándose en su masivo programa de estaciones espaciales Salyut, que pronto daría lugar a la mítica Mir.

Por ello, y porque no quedaba mucho para hacer en Venus por el momento, no hubo más Veneras.

En 1991 la URSS desapareció, y su programa interplanetario también.

Entre 1990 y 1994, la sonda norteamericana Magellan completó la cartografía de media resolución desde la órbita.

Desde 2005, la Venus Express europea –lanzada desde Baikonur con un cohete ruso Soyuz Fregat– estudia también la atmósfera desde el espacio.

Y se acabó.

Nadie ha vuelto a la superficie de Venus.

Sólo las naves Venera y el aterrizador Vega-2 lograron superar el increíble desafío de enfrentarse a ese infierno, entre 1970 y 1982.

Allí deben seguir, calcinadas y muertas, como un monumento alienígena a lo que es capaz de hacer esta especie nuestra cuando se lo propone en serio.

Desintegrándose poco a poco, olvidadas, en el ardiente vientre de Lucifer al que una vez fueron capaces de violar.
Venus y Marte son los primeros destinos obvios para la expansión interplanetaria de la especie humana, que algún día tendrá que ser.

Mercurio está demasiado cerca del sol, fuera de la zona de habitabilidad sin remedio posible.

Los gigantes gaseosos exteriores no sólo están también fuera de la zona de habitabilidad, sino que son demasiado grandes, carecen de superficie sólida accesible y además se hallan demasiado lejos.

Sus lunas están a la misma distancia abismal, fuera de la zona de habitabilidad: no en vano se llaman las lunas heladas de Júpiter (y Saturno, y...).

Sólo ir hasta allí es un viaje complejísimo, de muchos años; habitar algo de todo eso presenta unos desafíos sobrecogedores.

Marte parece más fácil.

Incluso más fácil que Venus.

Pero presenta varios problemas graves.

El primero es que está también fuera de la zona de habitabilidad, aunque por poco.

El segundo, y más importante, es que resulta demasiado pequeño: su diámetro es poco más que la mitad del de la Tierra.

Como consecuencia, la gravedad marciana es baja (un tercio de la terrestre), incapaz de mantener una atmósfera digna de tal nombre.

El agua líquida en superficie se evapora rápidamente y escapa al espacio exterior.

Desde el punto de vista de la ocupación permanente, esta gravedad tan baja presenta serios problemas técnicos, médicos y reproductivos.

Además, está más lejos que Venus: seis meses de viaje en vez de cuatro.

Venus, pues, debería ser la opción óptima si no fuera por esa atmósfera de pesadilla; un planeta tórrido por su mayor proximidad al Sol, pero perfectamente dentro de la zona de habitabilidad, provisto con atmósfera estable, gravedad parecida, suelo sólido donde hacer minería y, en su caso, cultivar.

Una especie de mundo eternamente tropical, listo para albergar toda clase de vida feraz.

Vaya, es una candidata tan magnífica para convertirse en Tierra Dos, en nuestro segundo hogar, que esa catástrofe carbonífera de su atmósfera nos da muchísima rabia.

-Exploración del planeta Venus. Sondas Venera-

-*Si el video demora en reproducirse poner "PAUSA" para que cargue y luego pulsar "PLAY"--Fuente:http://esohavuelto.blogspot.com/2010/07/aqui-nave-interplanetaria-venera-desde.html-Investigacion-Edicion:ALBERTO ALIEN-(EL CONTENIDO U OPINION DE LA FUENTE NO COINCIDE OBLIGATORIAMENTE CON LA DE FILEALIEN-46) Paperblog : Los mejores artículos de los blogs

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