-Es la central nuclear más grande del mundo, por la cantidad de energía que puede producir: más que todas las nucleares españolas juntas. También es una de las más modernas, provista con cinco reactores BWR y dos ABWR de General Electric. Hablamos del enorme complejo electronuclear de Kashiwazaki-Kariwa, en Japón; conocida como la central nuclear que se mueve, por hallarse sobre una zona de alto riesgo sísmico desconocida para sus diseñadores. Y desde el terremoto del 16 de julio de 2007, no levanta cabeza. A estas alturas se ha convertido ya en un desastre económico para sus operadores y una pesadilla de relaciones públicas para la industria nuclear mundial.
Kashiwazaki-Kariwa.
El megacomplejo electronuclear de Kashiwazaki-Kariwa se encuentra ubicado en la costa noroccidental de la isla de Honshu, la mayor de las que componen el archipiélago nipón, entre las dos localidades del mismo nombre. Pertenece al 100% a TEPCO, la Compañía Eléctrica de Tokio, que es la tercera empresa eléctrica del mundo después de Électricité de France y E.ON. Toshiba inició la construcción del reactor nº 1 en mayo de 1980, con tecnología norteamericana BWR de General Electric.
Este reactor alcanzó su primera criticidad en septiembre de 1985, cuando Hitachi ya había empezado a construir el nº 5. Durante los siguientes años se construyeron tres BWR más en la planta, todos ellos de un gigawatio (1.100 MW brutos, 1.067 netos). Y el 11 de marzo de 1992, se iniciaba la instalación del reactor nº 6: el primero de la nueva tecnología ABWR de General Electric, y por tanto emblemático. Pronto le seguiría el reactor nº 7, con el mismo diseño. Este último alcanzó la criticalidad en febrero de 1997, convirtiéndose así en la central nuclear más grande y moderna del mundo; avanzadilla y símbolo del renacimiento nuclear frente a las constantes moratorias y cierres que plagan al sector por todo el mundo.
Aún en la actualidad, Kashiwazaki-Kariwa contiene dos de los únicos cuatro reactores de tercera generación ABWR operativos en el mundo (todos están en Japón; se prevé la entrada en servicio de tres más en este país y en Taiwán). Con 1.315 MW de potencia eléctrica unitaria (1.356 brutos), el ABWR es la principal apuesta de General Electric-Hitachi para el siglo XXI, y un esperado sol naciente para toda la industria nuclear occidental, estancada desde hace décadas. Resultará interesante reseñar aquí que, de los 56 reactores atómicos actualmente en construcción por todo el mundo, la mitad son de tecnología rusa o china; y casi las tres cuartas partes están en China, Rusia, Taiwán e India.
Fraude en la seguridad nuclear.
Los primeros problemas para el complejo electronuclear de Kashiwazaki-Kariwa llegaron en 2002, cuando el gobierno japonés denunció a TEPCO por cometer fraudes sistemáticos en las declaraciones y procedimientos de seguridad nuclear. El alcance del fraude era tan monumental que el gobierno no sabía realmente lo que pasaba dentro de Kashiwazaki-Kariwa, lo que condujo a la clausura inmediata de sus siete reactores. El presidente de TEPCO, Nobuya Minami, reconoció antes de dimitir que la compañía había suministrado datos falsos al regulador japonés de seguridad nuclear durante 25 años.
Más grave aún: durante los cinco años siguientes, diversas investigaciones internas evidenciaron que TEPCO había ocultado numerosos incidentes de seguridad en sus centrales nucleares, incluyendo un incidente de criticalidad en 1978. Como consecuencia de todo esto, tres de los siete reactores de Kashiwazaki-Kariwa permanecieron cerrados durante más de un año, y los cuatro restantes a lo largo de varios meses. La corporación tokiota comenzó a perder dinero con el gigantesco complejo, aunque aún no se manifestó significativamente en su cuenta de resultados. Ante el riesgo de apagones generalizados, el gobierno terminó por autorizar finalmente la reconexión de todos los reactores en 2004.
En medio de semejante escándalo, que en los viejos tiempos habría causado haraquiris a cascoporro, durante este mismo año la zona se vio sacudida por un grave terremoto de magnitud 6.9. Provocó 40 muertos y graves pérdidas materiales por toda la Prefectura de Niigata, pero aparentemente la central nuclear lo resistió sin problemas tal y como estaba diseñada para hacer. Como es bien conocido, Japón se encuentra en pleno Cinturón de Fuego del Pacífico, y las construcciones esenciales se levantan con fuertes protecciones sísmicas desde hace muchas décadas; la central nuclear más grande del mundo, sin duda, podía y debía resistirlos sin dificultad.
Ya entonces, algunos especialistas observaron mediciones anómalas en algunos de los sismómetros repartidos por todo el complejo. Algunos de ellos registraron correctamente la intensidad del terremoto, pero otros indicaban valores mucho más bajos. Con el escándalo en pleno auge y una cultura de la ocultación aún en boga, nadie quiso profundizar demasiado en estas intrigantes observaciones y el asunto quedó olvidado rápidamente. La central había resistido el terremoto tal y como estaba diseñada para hacer, y punto.
Terremoto bajo la central nuclear más grande del mundo.
Poco después de las diez de la mañana del 16 de julio de 2007, la tierra volvió a moverse en Kashiwazaki-Kariwa. Con epicentro a 19 kilómetros de distancia, bajo el mar, su magnitud fue inferior a la del terremoto de 2004. Sin embargo, esta vez las ondas sísmicas alcanzaron al gigantesco complejo electronuclear con fuerza mucho mayor. La planta estaba concebida para cerrarse con seguridad en medio de sacudidas hasta 4,5 ms-2, pero los seismómetros del reactor nº 1 registraron aceleraciones de 6,8 ms-2 y en la sala de turbinas de la unidad 3 llegaron a marcar 20,58 ms-2.
Un transformador en la unidad 3 se incendió y ardió junto al edificio que lo contenía, provocando una gran humareda negra que se vio desde todas las poblaciones de alrededor. Cientos de bidones con basura radioactiva de baja intensidad se destaparon y rodaron en un punto de almacenamiento, liberando una pequeña cantidad de radiación a la atmósfera. Otras minúsculas fugas por diversos puntos de la central, de ínfima relevancia pero muy llamativas, dispararon las alarmas y contribuyeron a la confusión. Según los testigos, se produjo una situación de miedo y caos por todo el complejo. Los indicadores de radioactividad repartidos por la instalación quedaron desconectados de Internet, invirtiendo masivamente los efectos de lo que era una campaña para transmitir tranquilidad a la población circundante: cualquier habitante local (o de cualquier otro lugar) podia consultar los índices de radiación en tiempo real a través de su website. Al perderse la conexión durante un grave terremoto, el pánico se extendió rápidamente al público de los alrededores.
Se lanzó de inmediato un procedimiento de parada de emergencia en los cuatro reactores operativos en ese momento (2, 3, 4 y 7; los 1, 5 y 6 estaban cerrados por mantenimiento). El procedimiento se ejecutó correctamente y la central quedó asegurada en pocos minutos. Hacia el mediodía, los bomberos lograron extinguir el incendio en el transformador de la unidad 3, aunque siguió humeando hasta bien entrada la tarde. A primera hora de la noche, TEPCO informó que estaban resolviendo cincuenta incidencias de poca importancia, cifra que aumentó a 63 unas horas después. No obstante, anunciaron que todos los problemas ocasionados por el terremoto al gigantesco complejo eran menores, y que estarían listos para arrancar otra vez a la mañana siguiente.
Quien no estaba listo para permitirles arrancar era el gobierno japonés, ni los alcaldes de las localidades circundantes por donde cundió el pánico (que, en Japón, tienen voz y voto en estas cuestiones). Todos ellos se negaron a la reconexión de Kashiwazaki-Kariwa y exigieron una investigación de la Agencia Internacional para la Energía Atómica. Entonces TEPCO, inmersa aún en una cultura de secretismo y ocultación, cometió un error de cálculo monumental: se negó a solicitar esta inspección de la IAEA (que habrían superado con facilidad, a tenor de los ínfimos daños sufridos por la instalación) y quiso presionarles advirtiéndoles de los posibles apagones, en pleno verano, si el complejo no se ponía en marcha de inmediato.
Lo que ocurrió de inmediato fue que todas estas autoridades acordaron suspender las licencias de operación a Kashiwazaki-Kariwa por procedimiento de urgencia. Los siete reactores de la central nuclear más grande del mundo, con ocho gigawatios de potencia total, quedaron paralizados en seco antes de llegar a reconectarse. Así, TEPCO comenzó a perder millones de yenes por minuto, y continuó perdiéndolos a lo largo de los siguientes veintiún meses.
La lenta agonía de Kashiwazaki-Kariwa.
El motivo aducido para suspenderles la licencia de operación era claro e indiscutible: los estudios sísmicos para la construcción de Kashiwazaki-Kariwa estaban mal hechos, o estaban groseramente subestimados, o eran insuficientes. Según la documentación, el complejo estaba diseñado para ser seguro hasta 4,5 ms-2, pero se habían llegado a registrar 20,58 ms-2; casi cinco veces más. Inevitablemente, con el historial de fraudes y ocultaciones de TEPCO destapado durante el escándalo de 2002, tanto los políticos como la prensa como la opinión pública dieron por sentado que estaban ante otro engaño malintencionado de la poderosa corporación.
En realidad, había habido algo de desidia, pero no un fraude intencional. Simplemente, el lecho marino de los alrededores presenta unas fallas importantes aunque desconocidas hasta esos momentos. Más grave aún: parte de los cimientos del complejo pasan a través de una gran losa de piedra que tiende a transmitir las ondas sísmicas con mayor intensidad (por eso las lecturas diferentes con respecto al resto del terreno durante el terremoto de 2004). Además, se teme que una de estas fallas previamente desconocidas pase inmediatamente por debajo de la central. Más que mala intención por parte de TEPCO –aunque fuera por una vez–, hubo desconocimiento legítimo y pocas ganas de profundizar.
Pero el mal ya estaba hecho. Durante el resto de 2007, todo 2008 y parte de 2009, la central nuclear más grande del mundo permaneció parada, mano sobre mano. Las pérdidas económicas y de prestigio resultan difíciles de calcular. Entre eso y la crisis, TEPCO presentó pérdidas en 2008 por primera vez en su historia (y hablamos de un monstruo empresarial que, además de Kashiwazaki-Kariwa, posee otros dos grandes complejos nucleares, quince térmicas, ocho hidroeléctricas y cientos de proyectos comerciales más). En 2009 lograron reajustarse y obtuvieron beneficios de nuevo, aunque ciertamente tocados.
Mientras tanto, la central más grande del mundo languidece lentamente. Como era de esperar, la inspección de la IAEA fue muy favorable, e incluso les felicitaron por lo bien que había resistido el terremoto mucho más allá de las especificaciones de diseño. También recomendaron una serie de mejoras bastante costosas pero relativamente sencillas para incrementar el nivel de protección sísmica a los conocimientos actuales sobre las características de la zona, que ya han sido implementadas (estropeando aún más la cuenta de resultados, claro).
A mediados de 2009, se autorizó la reconexión del reactor más moderno, el ABWR de la unidad 7. A finales de año, se permitió la reactivación del otro ABWR, la unidad 6. Y recientemente, han concedido la puesta en marcha de la unidad 1. Sin embargo, el ABWR nº 7 está dando problemas ahora y pasa más tiempo desconectado que conectado. En el momento en el que escribo este post, sólo está operativo el reactor nº 6, a un 12% de su potencia nominal (página dinámica, variará con el tiempo).
Entre el escándalo de 2002 y los sucesos de 2007, la planta ha estado –y en buena medida sigue estando– desconectada demasiado tiempo para permitir su rentabilidad. Es más: con todas estas pérdidas acumuladas, es bastante improbable que llegue a ser rentable alguna vez. La central nuclear más grande y moderna del mundo languidece poco a poco, produciendo una fracción de la energía para la que fue creada, temiendo que cualquier nuevo incidente termine con ella definitivamente.
Resulta significativo que, de los 56 reactores nucleares actualmente en construcción, sólo seis estén promovidos por la iniciativa privada (y fuertemente protegida y subvencionada). Los cincuenta restantes pertenecen a grandes monopolios estatales o paraestatales. Simplemente, en un contexto de mercados energéticos liberalizados, a los operadores privados les resulta muy arriesgado invertir tanto dinero en potencia base; y más en este tipo de potencia base con una capitalización inicial tan alta, y tan proclive a sufrir rechazos, reacciones y paradas. A pesar de algunas declaraciones triunfalistas, el renacimiento nuclear sigue en la incubadora y el destino de la central nuclear más grande del mundo, Kashiwazaki-Kariwa, no le ayuda en absoluto.
Lo que me parece una pena, pues sigo siendo partidario de un uso moderado de la energía nuclear de fisión (nada de "plantar centrales como setas" que dicen algunos tarados, pero sí de compensar nuestras deficiencias energéticas hasta que tengamos algo mejor). Aunque en cierta manera, la propia industria se lo ha buscado. El secretismo, el oscurantismo y la poca visión social han contribuido enormemente a crear un contexto donde las inversiones en lo nuclear resultan en extremo azarosas. Si al final de la carrera la energía nuclear de fisión sólo funciona bien en situaciones de monopolio estatal o paraestatal, o con fuerte proteccionismo a la empresa privada, a lo mejor es que el mercado ya no la quiere y ha perdido el interés en invertir por ella. Y no es preciso remitirse a Chernóbyl: basta con mirar el triste ejemplo de la central más grande, moderna y ambiciosa del mundo. Con dinero público, puede; pero con su propio dinero, ¿quién se arriesga?... -Fuente:http://lapizarradeyuri.blogspot.com-Investigacion-Edicion:MERCEDES G SIMONIN-(EL CONTENIDO U OPINION DE LA FUENTE NO COINCIDE OBLIGATORIAMENTE CON LA DE FILEALIEN-46)
Kashiwazaki-Kariwa.
El megacomplejo electronuclear de Kashiwazaki-Kariwa se encuentra ubicado en la costa noroccidental de la isla de Honshu, la mayor de las que componen el archipiélago nipón, entre las dos localidades del mismo nombre. Pertenece al 100% a TEPCO, la Compañía Eléctrica de Tokio, que es la tercera empresa eléctrica del mundo después de Électricité de France y E.ON. Toshiba inició la construcción del reactor nº 1 en mayo de 1980, con tecnología norteamericana BWR de General Electric.
Este reactor alcanzó su primera criticidad en septiembre de 1985, cuando Hitachi ya había empezado a construir el nº 5. Durante los siguientes años se construyeron tres BWR más en la planta, todos ellos de un gigawatio (1.100 MW brutos, 1.067 netos). Y el 11 de marzo de 1992, se iniciaba la instalación del reactor nº 6: el primero de la nueva tecnología ABWR de General Electric, y por tanto emblemático. Pronto le seguiría el reactor nº 7, con el mismo diseño. Este último alcanzó la criticalidad en febrero de 1997, convirtiéndose así en la central nuclear más grande y moderna del mundo; avanzadilla y símbolo del renacimiento nuclear frente a las constantes moratorias y cierres que plagan al sector por todo el mundo.
Aún en la actualidad, Kashiwazaki-Kariwa contiene dos de los únicos cuatro reactores de tercera generación ABWR operativos en el mundo (todos están en Japón; se prevé la entrada en servicio de tres más en este país y en Taiwán). Con 1.315 MW de potencia eléctrica unitaria (1.356 brutos), el ABWR es la principal apuesta de General Electric-Hitachi para el siglo XXI, y un esperado sol naciente para toda la industria nuclear occidental, estancada desde hace décadas. Resultará interesante reseñar aquí que, de los 56 reactores atómicos actualmente en construcción por todo el mundo, la mitad son de tecnología rusa o china; y casi las tres cuartas partes están en China, Rusia, Taiwán e India.
Fraude en la seguridad nuclear.
Los primeros problemas para el complejo electronuclear de Kashiwazaki-Kariwa llegaron en 2002, cuando el gobierno japonés denunció a TEPCO por cometer fraudes sistemáticos en las declaraciones y procedimientos de seguridad nuclear. El alcance del fraude era tan monumental que el gobierno no sabía realmente lo que pasaba dentro de Kashiwazaki-Kariwa, lo que condujo a la clausura inmediata de sus siete reactores. El presidente de TEPCO, Nobuya Minami, reconoció antes de dimitir que la compañía había suministrado datos falsos al regulador japonés de seguridad nuclear durante 25 años.
Más grave aún: durante los cinco años siguientes, diversas investigaciones internas evidenciaron que TEPCO había ocultado numerosos incidentes de seguridad en sus centrales nucleares, incluyendo un incidente de criticalidad en 1978. Como consecuencia de todo esto, tres de los siete reactores de Kashiwazaki-Kariwa permanecieron cerrados durante más de un año, y los cuatro restantes a lo largo de varios meses. La corporación tokiota comenzó a perder dinero con el gigantesco complejo, aunque aún no se manifestó significativamente en su cuenta de resultados. Ante el riesgo de apagones generalizados, el gobierno terminó por autorizar finalmente la reconexión de todos los reactores en 2004.
En medio de semejante escándalo, que en los viejos tiempos habría causado haraquiris a cascoporro, durante este mismo año la zona se vio sacudida por un grave terremoto de magnitud 6.9. Provocó 40 muertos y graves pérdidas materiales por toda la Prefectura de Niigata, pero aparentemente la central nuclear lo resistió sin problemas tal y como estaba diseñada para hacer. Como es bien conocido, Japón se encuentra en pleno Cinturón de Fuego del Pacífico, y las construcciones esenciales se levantan con fuertes protecciones sísmicas desde hace muchas décadas; la central nuclear más grande del mundo, sin duda, podía y debía resistirlos sin dificultad.
Ya entonces, algunos especialistas observaron mediciones anómalas en algunos de los sismómetros repartidos por todo el complejo. Algunos de ellos registraron correctamente la intensidad del terremoto, pero otros indicaban valores mucho más bajos. Con el escándalo en pleno auge y una cultura de la ocultación aún en boga, nadie quiso profundizar demasiado en estas intrigantes observaciones y el asunto quedó olvidado rápidamente. La central había resistido el terremoto tal y como estaba diseñada para hacer, y punto.
Terremoto bajo la central nuclear más grande del mundo.
Poco después de las diez de la mañana del 16 de julio de 2007, la tierra volvió a moverse en Kashiwazaki-Kariwa. Con epicentro a 19 kilómetros de distancia, bajo el mar, su magnitud fue inferior a la del terremoto de 2004. Sin embargo, esta vez las ondas sísmicas alcanzaron al gigantesco complejo electronuclear con fuerza mucho mayor. La planta estaba concebida para cerrarse con seguridad en medio de sacudidas hasta 4,5 ms-2, pero los seismómetros del reactor nº 1 registraron aceleraciones de 6,8 ms-2 y en la sala de turbinas de la unidad 3 llegaron a marcar 20,58 ms-2.
Un transformador en la unidad 3 se incendió y ardió junto al edificio que lo contenía, provocando una gran humareda negra que se vio desde todas las poblaciones de alrededor. Cientos de bidones con basura radioactiva de baja intensidad se destaparon y rodaron en un punto de almacenamiento, liberando una pequeña cantidad de radiación a la atmósfera. Otras minúsculas fugas por diversos puntos de la central, de ínfima relevancia pero muy llamativas, dispararon las alarmas y contribuyeron a la confusión. Según los testigos, se produjo una situación de miedo y caos por todo el complejo. Los indicadores de radioactividad repartidos por la instalación quedaron desconectados de Internet, invirtiendo masivamente los efectos de lo que era una campaña para transmitir tranquilidad a la población circundante: cualquier habitante local (o de cualquier otro lugar) podia consultar los índices de radiación en tiempo real a través de su website. Al perderse la conexión durante un grave terremoto, el pánico se extendió rápidamente al público de los alrededores.
Se lanzó de inmediato un procedimiento de parada de emergencia en los cuatro reactores operativos en ese momento (2, 3, 4 y 7; los 1, 5 y 6 estaban cerrados por mantenimiento). El procedimiento se ejecutó correctamente y la central quedó asegurada en pocos minutos. Hacia el mediodía, los bomberos lograron extinguir el incendio en el transformador de la unidad 3, aunque siguió humeando hasta bien entrada la tarde. A primera hora de la noche, TEPCO informó que estaban resolviendo cincuenta incidencias de poca importancia, cifra que aumentó a 63 unas horas después. No obstante, anunciaron que todos los problemas ocasionados por el terremoto al gigantesco complejo eran menores, y que estarían listos para arrancar otra vez a la mañana siguiente.
Quien no estaba listo para permitirles arrancar era el gobierno japonés, ni los alcaldes de las localidades circundantes por donde cundió el pánico (que, en Japón, tienen voz y voto en estas cuestiones). Todos ellos se negaron a la reconexión de Kashiwazaki-Kariwa y exigieron una investigación de la Agencia Internacional para la Energía Atómica. Entonces TEPCO, inmersa aún en una cultura de secretismo y ocultación, cometió un error de cálculo monumental: se negó a solicitar esta inspección de la IAEA (que habrían superado con facilidad, a tenor de los ínfimos daños sufridos por la instalación) y quiso presionarles advirtiéndoles de los posibles apagones, en pleno verano, si el complejo no se ponía en marcha de inmediato.
Lo que ocurrió de inmediato fue que todas estas autoridades acordaron suspender las licencias de operación a Kashiwazaki-Kariwa por procedimiento de urgencia. Los siete reactores de la central nuclear más grande del mundo, con ocho gigawatios de potencia total, quedaron paralizados en seco antes de llegar a reconectarse. Así, TEPCO comenzó a perder millones de yenes por minuto, y continuó perdiéndolos a lo largo de los siguientes veintiún meses.
La lenta agonía de Kashiwazaki-Kariwa.
El motivo aducido para suspenderles la licencia de operación era claro e indiscutible: los estudios sísmicos para la construcción de Kashiwazaki-Kariwa estaban mal hechos, o estaban groseramente subestimados, o eran insuficientes. Según la documentación, el complejo estaba diseñado para ser seguro hasta 4,5 ms-2, pero se habían llegado a registrar 20,58 ms-2; casi cinco veces más. Inevitablemente, con el historial de fraudes y ocultaciones de TEPCO destapado durante el escándalo de 2002, tanto los políticos como la prensa como la opinión pública dieron por sentado que estaban ante otro engaño malintencionado de la poderosa corporación.
En realidad, había habido algo de desidia, pero no un fraude intencional. Simplemente, el lecho marino de los alrededores presenta unas fallas importantes aunque desconocidas hasta esos momentos. Más grave aún: parte de los cimientos del complejo pasan a través de una gran losa de piedra que tiende a transmitir las ondas sísmicas con mayor intensidad (por eso las lecturas diferentes con respecto al resto del terreno durante el terremoto de 2004). Además, se teme que una de estas fallas previamente desconocidas pase inmediatamente por debajo de la central. Más que mala intención por parte de TEPCO –aunque fuera por una vez–, hubo desconocimiento legítimo y pocas ganas de profundizar.
Pero el mal ya estaba hecho. Durante el resto de 2007, todo 2008 y parte de 2009, la central nuclear más grande del mundo permaneció parada, mano sobre mano. Las pérdidas económicas y de prestigio resultan difíciles de calcular. Entre eso y la crisis, TEPCO presentó pérdidas en 2008 por primera vez en su historia (y hablamos de un monstruo empresarial que, además de Kashiwazaki-Kariwa, posee otros dos grandes complejos nucleares, quince térmicas, ocho hidroeléctricas y cientos de proyectos comerciales más). En 2009 lograron reajustarse y obtuvieron beneficios de nuevo, aunque ciertamente tocados.
Mientras tanto, la central más grande del mundo languidece lentamente. Como era de esperar, la inspección de la IAEA fue muy favorable, e incluso les felicitaron por lo bien que había resistido el terremoto mucho más allá de las especificaciones de diseño. También recomendaron una serie de mejoras bastante costosas pero relativamente sencillas para incrementar el nivel de protección sísmica a los conocimientos actuales sobre las características de la zona, que ya han sido implementadas (estropeando aún más la cuenta de resultados, claro).
A mediados de 2009, se autorizó la reconexión del reactor más moderno, el ABWR de la unidad 7. A finales de año, se permitió la reactivación del otro ABWR, la unidad 6. Y recientemente, han concedido la puesta en marcha de la unidad 1. Sin embargo, el ABWR nº 7 está dando problemas ahora y pasa más tiempo desconectado que conectado. En el momento en el que escribo este post, sólo está operativo el reactor nº 6, a un 12% de su potencia nominal (página dinámica, variará con el tiempo).
Entre el escándalo de 2002 y los sucesos de 2007, la planta ha estado –y en buena medida sigue estando– desconectada demasiado tiempo para permitir su rentabilidad. Es más: con todas estas pérdidas acumuladas, es bastante improbable que llegue a ser rentable alguna vez. La central nuclear más grande y moderna del mundo languidece poco a poco, produciendo una fracción de la energía para la que fue creada, temiendo que cualquier nuevo incidente termine con ella definitivamente.
Resulta significativo que, de los 56 reactores nucleares actualmente en construcción, sólo seis estén promovidos por la iniciativa privada (y fuertemente protegida y subvencionada). Los cincuenta restantes pertenecen a grandes monopolios estatales o paraestatales. Simplemente, en un contexto de mercados energéticos liberalizados, a los operadores privados les resulta muy arriesgado invertir tanto dinero en potencia base; y más en este tipo de potencia base con una capitalización inicial tan alta, y tan proclive a sufrir rechazos, reacciones y paradas. A pesar de algunas declaraciones triunfalistas, el renacimiento nuclear sigue en la incubadora y el destino de la central nuclear más grande del mundo, Kashiwazaki-Kariwa, no le ayuda en absoluto.
Lo que me parece una pena, pues sigo siendo partidario de un uso moderado de la energía nuclear de fisión (nada de "plantar centrales como setas" que dicen algunos tarados, pero sí de compensar nuestras deficiencias energéticas hasta que tengamos algo mejor). Aunque en cierta manera, la propia industria se lo ha buscado. El secretismo, el oscurantismo y la poca visión social han contribuido enormemente a crear un contexto donde las inversiones en lo nuclear resultan en extremo azarosas. Si al final de la carrera la energía nuclear de fisión sólo funciona bien en situaciones de monopolio estatal o paraestatal, o con fuerte proteccionismo a la empresa privada, a lo mejor es que el mercado ya no la quiere y ha perdido el interés en invertir por ella. Y no es preciso remitirse a Chernóbyl: basta con mirar el triste ejemplo de la central más grande, moderna y ambiciosa del mundo. Con dinero público, puede; pero con su propio dinero, ¿quién se arriesga?... -Fuente:http://lapizarradeyuri.blogspot.com-Investigacion-Edicion:MERCEDES G SIMONIN-(EL CONTENIDO U OPINION DE LA FUENTE NO COINCIDE OBLIGATORIAMENTE CON LA DE FILEALIEN-46)
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