-Cuando la mafia caminaba Rosario-
Mafia es una palabra que tiene muchas acepciones. Pero en los primeros años del siglo XX tenía un sentido bien definido para los habitantes de Rosario: era el término con el que se designaba a grupos bien conocidos de delincuentes, en su mayoría de origen italiano, que se dedicaban a la extorsión y el secuestro extorsivo. Fue un largo proceso que llegó a su eclosión, y también a su debacle, durante la Década Infame. El secuestro de Marcelo Enrique Martin, del que en estos días se cumplen 75 años, fue el caso que puso al descubierto a una de las organizaciones mejor estructuradas, la que respondía al célebre Juan Galiffi, alias Chicho Grande.
Los secuestros de Florencio Andueza, en Venado Tuerto (1930); Julio Nannini y Carlos Gironacci, en Arroyo Seco (1931), y Jaime Favelukes, en Buenos Aires, y Abel Ayerza, en Marcos Juárez (1932), instalaron a la mafia en el imaginario colectivo como un poder presente en todas partes y ninguna, capaz de eludir cualquier investigación. Aquellos episodios tuvieron algo en común: fueron planeados por mafiosos radicados en Rosario.
El último episodio de esa serie ocurrió en la noche del 29 de enero de 1933. Marcelo Enrique Martin dejó su voiturette en el garaje El Volante, en Tucumán 1849, y caminó hasta su casa, en Urquiza 1484. Cuando iba por esa calle, antes de llegar a la esquina de Paraguay, sobre la vereda de la iglesia San Bartolomé, fue abordado por un desconocido.
Roberto Badano y su hija Esilda, únicos testigos, vieron cómo otros dos hombres tomaban a Martin por atrás y le colocaban un pañuelo en la boca y una capucha en la cabeza. Así, luego de recoger un revólver, caído en la vereda en medio del forcejeo, lo hicieron subir a un taxi marca Hudson, color verde aceituna, de capota blanca. El vehículo tomó por Paraguay y salió a toda velocidad hacia el sur.
La familia de Martin recibió luego una carta donde le pedían 150 mil pesos como rescate. La víctima había sido bien elegida: era el hijo de Julio Martin, ex presidente de la Bolsa de Comercio de Rosario y fundador de la yerbatera que aún lleva su apellido.
En el Cruce Alberdi
A las 4.30 del 31 de enero, Alberto Julio Martin, hermano de Marcelo, pagó el rescate en el Cruce Alberdi. De acuerdo a las exigencias de los secuestradores, iba en un auto con la capota y el parabrisas plegados y un pañuelo en el radiador; llevaba la plata en un maletín y la entregó con la mano izquierda, sin mirar al que la recibía.
La familia no hizo ninguna denuncia, pero el secuestro trascendió a la prensa. En esa época aún era un enigma el destino de Abel Ayerza, en poder de mafiosos en la provincia de Córdoba desde octubre de 1932 (en febrero de 1933 se supo que había sido asesinado). Para calmar la ansiedad pública, el 1º de febrero Martin salió a pasear con su Cadillac por el parque Independencia, con su amigo Héctor Astengo, suceso del que dieron cuenta los diarios. Su madre, Angela Joostens de Martin, había prometido que si salía indemne donaría una maternidad para la ciudad: la promesa se concretó el 8 de julio de 1939, con la inauguración de la Maternidad Martin.
La investigación policial avanzó recién a mediados de febrero de 1933, cuando la conmoción nacional por la muerte de Ayerza hizo trascender sospechas de complicidad entre policías de Rosario y mafiosos de origen siciliano. La División de Investigaciones convocó a todos los choferes de taxis Hudson de Rosario con la excusa de investigar atentados perpetrados en el camino a Santa Fe por disputas gremiales. Sólo uno faltó a la cita: se llamaba Gerlando Vinciguerra, tenía 26 años y paraba en Tucumán y Corrientes, a metros de la casa de los Martin.
De acuerdo a la pesquisa, después del secuestro Vinciguerra entregó el Hudson a Luis Cacciatore en pago de una deuda. Previamente lo llevó al taller mecánico de Fortunato Castaggeroni y Francisco Rodríguez para que le cambiaran el color aceituna por café. Sin embargo, dijo que el auto no le pertenecía.
En esos días, cuando la policía lo buscaba, Vinciguerra estaba en Salta. Había viajado a la capital de esa provincia para hacer de testigo del casamiento de su amigo Carlos Cacciatore (hermano de Luis) con una joven modista de esa ciudad. El padrino iba a ser Santiago Bue, conocido como ahijado de Juan Galiffi.
Bue y Cacciatore eran primos hermanos y además sostenían relación de patrón y empleado, ya que el segundo conducía un colectivo que era propiedad del primero, en la compañía Los Cinco Hermanos. En marzo de 1927, el vehículo había sido causa de una pelea entre Bue y un pintor italiano, Domingo Fontana, que reclamaba el pago de una deuda por la venta del coche. Bue lo mató de una puñalada y resultó condenado a 15 de años de prisión, pero recibió varias conmutaciones de pena y salió en libertad condicional. Según reveló en la época el diario La Tribuna, las conmutaciones fueron obtenidas por la presión combinada de Galiffi y un diputado del radicalismo antipersonalista.
La boda no puedo efectuarse. El 2 de marzo, la policía salteña apresó a Vinciguerra, Cacciatore y Bue y los envió al día siguiente a Rosario. El juez Luciano Corvalán ordenó una seguidilla de detenciones. Entre otros cayeron entonces un lechero, Francisco Gallo, y un verdulero, Diego Romano, también involucrados en el secuestro.
Gallo no tenía experiencia en tratos con la policía. Apenas fue interrogado hizo una confesión amplia. Implicó a Juan Galiffi en el secuestro al afirmar que le había dado 12 mil pesos del rescate; dijo que se sumó al plan porque Vinciguerra y Cacciatore “le propusieron secuestrar a una persona” y reconoció haberse encargado de custodiar a Martin durante su cautiverio, en una pieza de su casa.
Los otros acusados, en cambio, rechazaron los cargos. “Todos mienten, según la impresión de las autoridades. Si se creyera en lo que dicen los maffiosos (sic) resultaría que el señor Martin subió por su voluntad en el auto de Vinciguerra y que él mismo se condujo hasta su encierro”, ironizó La Capital.
Grietas en el muro
Sin embargo, el silencio del grupo tuvo otras fisuras. “Carlos Cacciatore declara haber guiado el automóvil en que fuera alzado Marcelo Enrique Martin; que planeó el asunto (...) con Santiago Bue, Diego Romano, Francisco Gallo, Francisco D’Angelo, Gerlando Vinciguerra (...); que recibió 12 mil pesos nacionales por su actuación, que su señora madre le guardó 8.000 pesos nacionales envueltos en un pañuelo (...) que 4.000 pesos los entregó a Francisco Gallo, quien se los solicitó para ayudar a unos paisanos pobres; que D’Angelo (prófugo) estuvo presente en el momento del secuestro y no así Santiago Bue”, señaló en la resolución del caso el juez Corvalán.
Diego Romano, a su vez, declaró que había sido invitado a una reunión en casa de Bue por Francisco D’Angelo o Campione “unos ocho días antes” de dar el golpe, señaló a Vinciguerra como uno de los líderes y entregó 9 mil pesos recibidos como parte del botín.
De acuerdo a la investigación judicial, el secuestro se planeó a lo largo de varias reuniones. En las deliberaciones participaron Bue, Romano, Gallo, Francisco Campione, Vinciguerra y Cacciatore. Este último condujo el auto en que llevaron a Martin, acompañado por Bue, Vinciguerra y Gallo. El único prófugo fue Campione o D’Angelo, quien por otra parte había intervenido en el asesinato de Silvio Alzogaray, corresponsal del diario Crítica en Rosario, en octubre de 1932.
Bue, dijo Corvalán, fue quien planificó el secuestro. En su indagatoria, “confiesa que Francisco D’Angelo le propuso el negocio; que se reunieron primero en lo de Romano y otra vez en su casa estando presente Vinciguerra, Cacciatore, Gallo, Romano y el nombrado D’Angelo; que D’Angelo o Campione le entregó 30 mil pesos nacionales por su participación en billetes de mil pesos”.
Si bien luego se retractó diciendo que la policía lo había torturado, antes ratificó su declaración en un careo con Vinciguerra, el comisario José Martínez Bayo, jefe de Seguridad Personal, le encontró unos 7 mil pesos que provenían del secuestro y uno de sus hermanos afirmó que había usado otros 8.500 pesos procedentes del botín para saldar una deuda.
En medio de la investigación, hubo otra conmoción pública cuando un joven de 17 años llamado Raúl Gardelli denunció que lo habían secuestrado unos mafiosos (ver aparte).
El padrino
El juez también rechazó las explicaciones de Vinciguerra para dar cuenta de un movimiento de dinero que parecía provenir del rescate. “Los gastos que dice haber realizado en sus viajes a Buenos Aires y Salta no condicen con su cualidad de hombre ahorrativo como pretende aparecer, máxime si se quedaba sin trabajo y tan sólo con la posibilidad de entrar como mecánico de la Empresa Municipal Mixta de Transportes de esta ciudad”, dijo.
Juan Galiffi había tomado precauciones para despegarse del episodio. El 2 de febrero se embarcó hacia Montevideo, donde tenía una casa en el barrio de Pocitos. Sin embargo, el 26 retornó a Rosario y de acuerdo al testigo José Cecchi se entrevistó con Gallo en la casa de Bue.
Para el fiscal Emilio Sotelo no había pruebas contra Galiffi. Sin embargo, parece haber recibido la mayor tajada del botín, ya que además de la parte entregada por Gallo, el 3 de febrero de 1933, dos días después del pago, uno de sus “secretarios”, Carlos Cacciatore, depositó otros 25 mil pesos en su cuenta del Banco Español, en Buenos Aires. Y antes de viajar a Salta, Bue y sus cómplices habían pasado por la casa de Galiffi, quizá para entregarle una parte del rescate.
“La explicación que da Juan Galiffi sobre el origen de ese dinero, de haberlo ganado en las carreras, no satisface al Juzgado —dijo Corvalán—. Los caballos Herón y Fausto, con los cuales dice Juan Galiffi haber ganado ese dinero, corrieron el día 29 de enero, y en consecuencia, y ya que se trataba de una suma elevada, debió lógicamente ser depositada en el banco el lunes o martes a más tardar, y ella aparece depositada por un tercero en fecha 3 de febrero. Por otra parte, no ha de ser común el ganar suma tan elevada y pasar desapercibido ante las autoridades del Jockey Club o de los empleados. Está demostrado así que Juan Galiffi ha guardado parte del importe que se abonara por el rescate de Marcelo Enrique Martin contribuyendo a que desaparecieran los rastros del delito”.
Esa consideración no fue suficiente para mantener detenido a Chicho Grande, pero significó el punto de partida de un proceso que terminó con su deportación, en 1935. El 10 de junio partió a Buenos Aires desde la estación Rosario Norte. Seguía detenido y viajó con custodia. En la despedida “se encontraban los defensores, varios parientes y numerosos amigos”, según una crónica.
Dos días después, pese a salir en libertad del Departamento de Policía, el gobierno nacional inició el proceso que terminaría con su deportación, en 1935. El cerco se cerraba también sobre sus allegados: en septiembre la policía detuvo en Buenos Aires a su chofer, Luis Corrado, con pedidos de captura en Agrigento, Sicilia, por asociación ilícita y complicidad en homicidio calificado.
El caso Martin fue el último golpe de las organizaciones mafiosas sicilianas en Rosario. Pero la historia posterior demostró que el secuestro extorsivo fue adoptado como método por otras asociaciones criminales, y que la palabra mafia adquirió nuevos sentidos, nuevos rostros, en un reciclaje que, casi sin interrupciones, llega hasta la actualidad- -El hombre que armó "la Chicago argentina"-
Lo acusaron de ser "el Al Capone argentino". Fue el alma mater de la mafia de Rosario de los años 30. Dijeron que era estafador y asesino, que ordenaba secuestros, que manejaba las apuestas de carreras de caballos y que vendía protección. Jamás le probaron nada. Y él, don Juan Galiffi, siempre juró ser un santo.
Apodado "Chicho Grande", este siciliano llegó a la Argentina, con 18 años, en 1910. Y se radicó en Gálvez, Santa Fe. Allí tuvo un vertiginoso ascenso: de empleado fabril pasó a ser dueño de una peluquería, de una cantina y de una carpintería. Compró casas y viñedos en Mendoza y San Juan y caballos de carrera.
Pero dicen que su rol de empresario era una cortina. Galiffi transformó a Rosario en la Chicago argentina. Montó un imperio mafioso asociándose a delincuentes eficaces y desalmados —sus "ahijados"— a quienes delegaba el trabajo sucio.
Se le atribuyó el secuestro y muerte del estudiante Abel Ayerza y de Silvio Alzogaray, periodista del diario Crítica.
Pero la aparición del ingeniero argelino Alí Ben Amar el Sharpe marcó un quiebre en la "sociedad". Era, en realidad, un italiano llamado Francisco Morrone (luego apodado "Chicho Chico") que quiso disputarle a Galiffi su liderazgo.
Pero en Rosario sólo podía haber un "capo di tutti capi". En 1933 los ahijados de Galiffi lo ahorcaron. Galiffi se entregó a la Policía. Dijo que era víctima de calumnias.
Sin pruebas en su contra, fue deportado a Italia en 1933. Allí se ganó la amistad de Benito Mussolini. Murió en el 43, en plena guerra, durante un bombardeo en Milán. No por las bombas. Lo sorprendió un paro cardíaco en su cama.
© La Capital.com.ar - Todos los derechos reservados -Fuente:http://www.lacapital.com.ar-Investigacion-Edicion:MERCEDES G SIMONIN-(EL CONTENIDO U OPINION DE LA FUENTE NO COINCIDE OBLIGATORIAMENTE CON LA DE FILEALIEN-46)
ESTIMADOS HERMANOS:
ResponderEliminarSolicito una investigacion hindú de las regiones de Guatemala que me creyeron prevaricador (payaso macabro que zarandea angustiosamente a la gente) y de las regiones de Guatemala que me creyeron un hostigador sexual pretencioso porque mis delatores surrealistas del vórtice virtual me resarcieron con un linchamiento sexual popular pero por mi parafilia voyeurista no alcanzaron perpetrarme cuando me creían prevaricador con mi secuela de calumniarme de hostigador sexual en otras regiones por mi obsesion culminante de las primeras regiones que me resarcieron de prevaricador. El linchamiento sexual popular es una necrofilia consistente en ventosearme al semblante con bates de base ball para perpetrarme pero lamentablemente es masturbatorio para las adversarias.
Las regiones de mi país Guatemala de la América Central que me creyeron prevaricador son:
Valle Dorado zona 8 del municipio de Mixco del departamento de Guatemala, Jocotenanago de Antigua Guatemala del departamento de Sacatepéquez, Colonia Justo Rufino Barrios de la zona 21 de la ciudad capital de Guatemala, municipio de Amatitlán del departamento de Guatemala y San Lucas Sacatepéquez del departamento de Sacatepéquez.
Las regiones de mi país Guatemala de la América Central que me creyeron hostigador sexual son:
colonia Centroamérica y colonia Tikal 2, ambas de la zona 7 de la ciudad capital de Guatemala.
Atentamente:
Jorge Vinicio Santos Gonzalez,
Documento de identificacion personal:
1999-01058-0101 Guatemala,
Cédula de Vecindad:
ORDEN: A-1, REGISTRO: 825,466,
Ciudadano de Guatemala de la América Central.